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En Argentina, la integración escolar de alumnos hipoacúsicos ha adquirido gran relevancia en los últimos años. Es por esto que requiere de la reflexión por parte de los profesionales que se dedican a la misma, debido a la heterogeneidad de la población de alumnos hipoacúsicos que ingresan a las aulas comunes.
Ante esto, en la integración escolar se deben considerar las diferentes necesidades y características de los niños, dadas principalmente por el aspecto lingüístico y el desarrollo de habilidades auditivas – lingüísticas alcanzado. En este sentido, los abordajes y modalidades de trabajo serán disímiles.
Introducción
Hoy la integración escolar es una tendencia que cobra mucha importancia e impregna los escenarios escolares de Argentina, pero que a su vez es fruto de debate y dudas, producto del carácter actual de la tarea. En este sentido, necesita de profesionales comprometidos que conozcan y comprendan las condiciones posibilitadoras del proceso que permitirán que el mismo sea exitoso. Es por eso que resulta necesaria la reflexión sobre este tema, sin descuidar las diferencias existentes entre los casos de niños integrados.
En relación a los niños hipoacúsicos, el proceso de integración escolar cobra un sentido particular debido a la diversidad de la población. Por eso es necesario conocer las diferencias entre los distintos casos que se pueden presentar en las aulas, ya que requerirán abordajes y modalidades de trabajo disímiles. Sin embargo, cualesquiera sean las características que presente la integración escolar, la misma debe respetar y propiciar la autonomía del alumno. En este sentido, Marchesi (1998) considera que el proceso de integración “busca fundamentalmente su desarrollo intelectual, social, personal y académico, la adquisición de habilidades comunicativas y lingüísticas, y su mejor desenvolvimiento en el mundo de los oyentes en el que vive (…)”.
Entre la población de niños hipoacúsicos encontramos una gran heterogeneidad dada principalmente por el aspecto lingüístico y el desarrollo de habilidades auditivas – lingüísticas alcanzado. Hay niños que no están equipados y se comunican en Lengua de Señas Argentina (LSA), o los que a pesar de tener equipamiento, la LSA sigue siendo su primera lengua. También encontramos los niños que tienen diferentes tipos de equipamientos, como audífonos o implantes cocleares. Algunos de ellos con muy buenas adquisiciones lingüísticas y auditivas y otros que no han tenido los avances esperados. Es decir, que el tipo y el ritmo de las adquisiciones pueden variar en cada niño y esto también incluye el aspecto escolar.
Una población heterogénea. Diferentes casos, particulares, con características y necesidades propias y a veces irrepetibles en otros sujetos, que son indispensables conocer para abordarlas adecuadamente.
Desarrollo
El proceso de integración educativa en la actualidad
La integración de niños que presentan “barreras al aprendizaje y la participación”[1] a instituciones educativas comunes, es una tendencia que aumenta en los últimos años. Dicho proceso debería basarse en la premisa de que si bien el primer paso es la ubicación de los alumnos en el sistema escolar común, la integración va más allá de su presencia física dentro de la escuela e implica el compromiso de todas las personas responsables de la misma. Es aquí donde la integración, como proceso que procura ofrecer los medios apropiados para responder a las necesidades de un sujeto, amplía la mirada con respecto a la inclusión.
En Argentina, si bien no hay una ley específica de integración educativa, si se cuenta con el amparo de la Ley de Educación Nº 26206 (2006), el Acuerdo Marco para la Educación Especial, Serie A, 19 (1998) y la Resolución 155 (2011).
La ley 26206 (2006), en su artículo 11, inciso n, especifica que se debe “Brindar a las personas con discapacidades, temporales o permanentes, una propuesta pedagógica que les permita el máximo desarrollo de sus posibilidades, la integración y el pleno ejercicio de sus derechos” .Es decir que concibe a la integración como uno de los fines de la educación.
Por otro lado, el Acuerdo Marco (1998) expresa que se debe “Promover y sostener estrategias de integración y participación de las personas con necesidades educativas especiales en los ámbitos educativo, social y laboral”. Una vez más se considera la integración educativa como una modalidad factible para aquellos niños en los que sea posible.
Por último, la resolución 155 (2011) si bien habla más bien de inclusión, menciona que la misma “consiste en transformar los sistemas educativos y otros entornos de aprendizaje para responder a las diferentes necesidades de los/as alumnos/as”, considera que:
Inclusión e integración deben vincularse y repensarse en las prácticas. La inclusión es un principio que contribuye a mejorar las condiciones de los entornos para acoger a todos/as. La integración escolar, por su parte, es una estrategia educativa que tiende a la inclusión de los/as alumnos/as con discapacidad, siempre que sea posible, en la escuela de educación común, con las configuraciones de apoyo necesarias (…).
[1]Booth y Ainscow (2000) mencionan que “Este concepto se presenta en contraposición al de necesidades educativas especiales (NEE). Los autores consideran que “el uso del concepto ‘barreras al aprendizaje y la participación’, para definir las dificultades que el alumnado encuentra, en vez del término ‘necesidades educativas especiales’, implica un modelo social respecto de las dificultades de aprendizaje y a la discapacidad…”. Es por esto que el concepto NEE se considera limitado si es que se pretende solucionar las dificultades en los procesos de enseñanza y aprendizaje, ya que facilita la etiquetación de los alumnos que las presentan.