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La adopción: la reinauguración de un niño. (Parte I)

Así aquel pequeño tiene que aprenderse un nuevo nombre que agregar al inicial, debe formar parte de una nueva familia hasta ahora desconocida, debe dejar la que le pertenecía y con ello, dejar parte de sus costumbres, normas, reglas, modos de expresar y de representar la realidad; ya que a partir de ese momento, su realidad ha cambiado.

Inaugurar remite al ingreso a la cultura y con ella, a la educación. Así, cuando un niño nace es invitado a participar del grupo social al que pertenece de antemano, respetando su lengua, sus costumbres y todo aquello que supone debe poseer quien desee ser integrante de dicha cultura.
 
En este sentido, se propone reflexionar respecto del proceso de adopción y sus consecuencias en la vida de un niño. Y nos referimos a aquellos pequeños que han transitado algunos años por su grupo social y cultural, aprehendiendo sus usos, normas, costumbres y modos de comunicar; y que luego de un tiempo son adoptados por familias pertenecientes a otros contextos.
 
Aquellos niños y niñas provenientes de contextos signados por la precariedad, la pobreza y la marginalidad que son adoptados por familias pertenecientes a otros grupos sociales, transitan un proceso de reinauguración, en tanto se les propone, sin demasiadas preguntas, el ingreso a una nueva cultura, a un nuevo contexto social y grupo de pertenencia. Así, el modo de hablar, las expresiones, las exigencias, las normas, las creencias, las costumbres, las actividades y obligaciones propias de una nueva cultura constituyen todo un aprendizaje al que son invitados en pos de ingresar a un “nuevo mundo simbólico”.
 
Por otro lado, estos niños reciben un nuevo apellido que acompaña a su nombre. Por lo cual, esta reinauguración de la que estamos hablando, se hace más significativa; en tanto estos pequeños llegan a una nueva familia, a una cultura distinta, a un grupo social desconocido portando un nuevo nombre al lado del propio. A partir de entonces, serán nombrados de otra manera, teniendo que poder reconocerse en ese nuevo apellido que los acompañará para el resto de sus vidas. Resulta compleja esta tarea de representación respecto de uno mismo como un sujeto diferente, en la medida en que desde la perspectiva desde la cual sea mirado, se observan significativas diferencias.
 
Así aquel pequeño tiene que aprenderse un nuevo nombre que agregar al inicial, debe formar parte de una nueva familia hasta ahora desconocida, debe dejar la que le pertenecía y con ello, dejar parte de sus costumbres, normas, reglas, modos de expresar y de representar la realidad; ya que a partir de ese momento, su realidad ha cambiado. Pero para poder aprehenderla, es necesario que modifique sus matrices de simbolización, ya que no basta con que lo circundante se modifique, para ello, deberá transitar por un proceso de re- construcción mental interna que apele a entender su pasado y le permita encontrarse con este nuevo presente que lo invita a ser casi un “nuevo niño o niña”, que “estrena” nuevos nombres, nuevos familiares y así una nueva historia comienza a fundarse… Sin dudas, ésta no parece ser una tarea sencilla por lo cual, es preciso que seamos respetuosos de los tiempos que a cada niño o niña le lleve poder aprehender esta nueva realidad para que su devenir histórico social siga su curso y así esta reinauguración acontezca y con ella, el sujeto que en ella se erige como protagonista y actor principal.

 

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