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Es difícil mirar con optimismo hacia uno de los mayores problemas que tenemos hoy en día en nuestra sociedad, el de la violencia de género.
Sabemos el dolor, el inmenso dolor que ocasiona en miles de familias, llegando a los límites más insoportables en ciertos casos, y resulta inevitable caer en la sensación de que hemos llegado tarde para demasiadas mujeres, para sus hijos e hijas.
Aun así, tomando la perspectiva necesaria que se requiere a la hora de abordar este tema, siento la seguridad de afirmar que uno de los mayores éxitos de nuestra sociedad contemporánea es el firme compromiso contra la violencia de género.
Yo mismo, como individuo, he iniciado y continúo en un proceso de aprendizaje que me ha llevado a comprender mejor la inmensa complejidad que es la violencia de género, sus efectos en las víctimas, y cómo desde mi profesión es imprescindible la formación y la sensibilización en este tema, transversal a la práctica de la psicología.
El mayor impacto de la violencia de género sobre la salud es en la salud mental de sus víctimas. Se estima que tres de cada cinco mujeres expuestas presentan patologías psíquicas, y el tratamiento psiquiátrico es cinco veces más frecuentes en mujeres maltratadas que en la población general.
El estrés postraumático, los trastornos depresivos o de ansiedad son los principales trastornos que presentan las víctimas de violencia de género. Por tanto, el hecho de no contar con una permanente formación en este ámbito perjudica, primeramente, a las víctimas, por supuesto.
Publicaciones como la que tiene entre sus manos vienen a cubrir esta importante necesidad y son recursos imprescindibles para crecer como profesionales, y de este modo prestar una mejor atención desde nuestra práctica.
La violencia de género es protagonista a menudo de los espacios informativos, tanto por los lamentables sucesos que nos conmueven, como por los distintos responsables públicos implicados en articular los mecanismos para prevenir este grave problema social, acompañar a las personas afectadas, proteger a sus víctimas y reparar los daños provocados por la situación.
Siempre que escucho esos discursos, o yo mismo cuando debo reflexionar sobre este ámbito desde la psicología, la amada profesión que tengo el orgullo de representar, detrás de las estadísticas, las cifras y los datos, vienen a mi memoria los rostros concretos.
Las historias de cada una de las mujeres que han relatado el inmenso sufrimiento que han padecido. La dificultad del proceso de salir de ello, los enormes fallos que todavía se encuentran en la respuesta institucional que debería protegerlas. Y la ausencia de la prevención.
Porque es imprescindible trabajar en el afrontamiento de la violencia de género, por supuesto, y dar la mejor respuesta profesional posible, pero no podemos permitirnos llegar tarde a más mujeres, a más niños, niñas y adolescentes que tienen derecho a vivir una vida libre de violencia.
No pueden formar parte de la cotidianeidad de nuestro paisaje hechos como una mujer asesinada por su pareja o expareja, como parece que está pasando, y que solo aquellos crímenes especialmente violentos o truculentos vuelvan a sacudirnos como sociedad.
Para que estos crímenes y, en general, la violencia machista, sean un asunto del pasado, debemos insistir en la prevención, en la educación de las generaciones más jóvenes.
Niños y niñas en los que los valores de la igualdad, el respeto, la libertad, formen parte de su educación y consigamos romper con los estereotipos de género y los roles atribuidos que perpetúan la desigualdad entre hombres y mujeres y que forman parte de nuestra socialización.
Un papel en el que la psicología es esencial y que, como ciencia experta en la conducta humana, tiene mucho que aportar.
Editorial: Sanz y Torres
ISBN: 9788418316746
Publicado:5/2022
Páginas: 222
Idioma: Español
Encuadernación: Rústica