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A simple vista cuando hablamos de inclusión estamos poniendo bajo la lupa un concepto muy amplio. Todos los niños y niñas pueden aprender cuando se les ofrece estrategias, oportunidades educativas y destrezas de aprendizaje. La inclusión no se enmarca únicamente en el ámbito de la educación, suele poner su énfasis en el concepto de igualdad sobre el de diferencia.
“He aprendido que la gente olvidará lo que dijiste, la gente olvidará lo que hiciste; pero la gente nunca olvidará como los hiciste sentir”.
Maya Angelou.
A simple vista cuando hablamos de inclusión estamos poniendo bajo la lupa un concepto muy amplio, con muchas aristas, intereses, que tienen implícitas varias dimensiones: filosófica, pedagógica, socio-cultural, democrática y paradigmática.
Todos los niños y niñas pueden aprender cuando se les ofrece estrategias, oportunidades educativas y destrezas de aprendizaje.
La premisa inicial, que nadie perteneciente a la comunidad educativa se puede escabullir, es que cada niño, es una persona única, irrepetible, diferente, con una unidad biopsicosocial y cultural, y que merece una atención acorde a su desarrollo.
Convivir con la diversidad nos acerca al mundo actual, nos hace más próximos a las necesidades de las personas, nos permite identificarnos, ser ambiciosos en cuanto al proyecto de escuela que queremos, una escuela activa, no jerárquica, dentro de una comunidad, participativa e impulsora de cambios socio-culturales.
La metodología de la inclusión hace referencia a un compromiso de equidad, responsabilidad entre los distintos agentes socio-educativos y la familia y tiene un carácter resolutivo ante la heterogeneidad de cada persona. Nadie queda afuera. Todos/as tenemos el derecho a la educación, sin distinciones, sin diferencias, sin exclusiones.
Entendemos que no tan solo es una cuestión de recursos humanos y materiales, aunque sí son necesarios, para poder evolucionar el concepto de diversidad en la escuela. Para ello, se deben regular los mismos, optimizarlos al máximo y ser constantes y creativos.
Cada uno de los integrantes de la comunidad educativa representa una pieza fundamental, clave en el núcleo del desarrollo, para poder construir el puzle completo de la inclusión. Podemos decir, que se debe ver a la Escuela como un motor dinámico, que genera proyectos conjuntos, que repercutan favorablemente en la comunidad.
Esta comunidad, requiere ser construida con una buena base de seguridad y orgullo de sentir estos valores proactivos, donde se puedan crear espacios de contención y apoyo a las familias, a los niños con necesidades educativas especiales y aquellos niños que estén dentro del grupo de exclusión social. También, esta comunidad educativa debe ser acogedora, tanto para quien tiene el papel de acoger, como quien es acogido, donde se promuevan unas series de valores inclusivos (tolerancia constructiva, equidad, comunicación, solidaridad , apoyo mutuo y cohesión).
Los niños excluidos sociales presentan un perfil, en el que se destacan: carencias emocionales, baja tolerancia a la frustración, fracaso escolar, reacciones agresivas e impulsivas, sentimientos familiares desencontrados, dificultades en la escucha activa, desarrollo lentificado y poca o escasa agudeza, a la hora de enfrentarse y dar solución a un problema.
Este paradigma que tiene una base firme, comprometida con los cambios, debe orquestar una estructura intergeneracional (niños, jóvenes y adultos), en donde el papel del profesorado es de relevancia, ya que serán los que dinamizarán este entramado humano, capaz de fortalecer los vínculos, las acciones comunes y cohesión grupal.
Los profesionales de la educación, deben identificar el colectivo, sensibilizarse, recoger datos, conocer el mapa socio ambiental, realizar un plan de actuación, compartir materiales didácticos adaptados y abrirse a una comunicación horizontal con todos los agentes de la comunidad educativa.
Como corolario, podremos decir que la inclusión no se enmarca únicamente en el ámbito de la educación, suele poner su énfasis en el concepto de igualdad sobre el de diferencia. Así mismo, se sistematizan las ideas de capacidad, habilidad, inquietud, sobre la discapacidad, deficiencia, carencias o secuelas. Con estos postulados, nos fortalecemos como miembros de la sociedad y podemos visualizar un mundo posible y una escuela posible, no antagónica, ni alejada a las necesidades comunitarias. En definitiva, ello nos dará la posibilidad de promover sentimientos de pertenencia y empatía con la comunidad educativa.
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