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Alteraciones del lenguaje infantil y su impacto en el aprendizaje escolar

Cuando un niño, a partir de los dos años y medio de edad aproximadamente, no habla, dispone de muy pocas palabras, no puede expresarse con claridad o no puede entender claramente aquello que le expresan los demás, es probable que tenga dificultades en el proceso de organización funcional de su lenguaje.
Cuando es así, estamos en presencia de un problema de salud, porque las alteraciones del lenguaje, su diagnóstico y tratamiento, están inscriptas en el ámbito de la salud.

Es muy cierto que resulta gracioso escuchar a un niño que habla mal. En general estos desajustes lingüísticos que presentan los niños, se relatan en las reuniones familiares a modo de cuento y se festejan como tales, porque realmente son muy divertidos.
Sería importante no desconocer que estos desajustes lingüísticos pueden formar parte de una prolongada secuencia de dificultades que acompañará al niño en el transcurso de su desarrollo, porque así como el lenguaje humano es el resultado de un proceso de aprendizaje es también generador de nuevos aprendizajes. Aquí reside la importancia de que el lenguaje se desarrolle adecuadamente.

Asimismo sería importante no desconocer que las dificultades en el proceso de organización lingüística no se solucionan con el “ paso del tiempo” , sino que deben ser abordadas en tiempo y forma, por los profesionales pertinentes

Cuando el niño con dificultades en el lenguaje crece, crece la dificultad del lenguaje como así también crece la conciencia de la propia limitación.

A medida que comienza a participar del medio social que funciona fuera de su hogar y su vida de relación trasciende lo familiar puede comprobar que son otras las exigencias ; el expresarse bien se constituye en una necesidad para comunicarse con sus pares e integrarse.

El niño que no presenta dificultades, aprende el lenguaje mediante un proceso que no se le torna conciente, lo construye de manera natural, fisiológicamente, interactuando cotidianamente con los objetos y los otros sujetos de su entorno cultural
No sucede lo mismo con el niño que no habla bien o no comprende bien el lenguaje del otro, él sabe que hay luces de alerta en el circuito de la comunicación que dan cuenta de las fallas, por lo tanto debe esforzarse para que el otro le entienda, debe esforzarse para entender al otro, o bien no se esfuerza y para no quedar en evidencia opta por quedar callado. En todos los casos se altera el acto comunicativo.

Con el tiempo va imitando el modelo correcto que le brindan los otros y por repetición logra mejorar su dicción. Ocurre también que en ocasiones tiende a acotar su expresión para que sus dificultades no “aparezcan”. Estos no dejan de ser recursos que utiliza el niño para disimular sus falencias porque, como ya dijimos, va adquiriendo conocimiento de sus propias limitaciones.

El concepto erróneo que generalmente surge de estas aparentes mejoras es que los niños hablan mal porque son pequeños, pero que cuando crecen esta condición desaparece


“ No se ponga ansiosa, es muy chiquito todavía, espere que ya va a hablar bien”. Esta es la respuesta que muchas madres obtienen cuando consultan por las dificultades de expresión de su hijos pequeños, lo cual no deja de ser una profecía que se cumple irremediablemente

Porque el mismo niño, a los 5 o 6 años de edad, tiene ya una expresión mejorada, pero mejorada en su dicción es decir en lo aparente, cuando en realidad la dificultad en el lenguaje persiste de manera subyacente, insidiosa, y se acrecienta con el tiempo

¿ Por qué persiste la dificultad del lenguaje si el niño va mejorando su expresión? Porque para que el lenguaje pueda organizarse se deben ir cumpliendo ciertas leyes que forman parte de su propio desarrollo, imitando solamente la articulación de las palabras no se está favoreciendo el camino que lleva a apropiarnos del significado de las mismas.



En estas condiciones el niño llega a la Escuela.

Hace arribo en una institución que ha recibido la demanda social de enseñar a los niños a escribir y a leer .La escuela debe enseñar de manera programada un sistema de signos, la escritura, que fue inventada precisamente para representar al lenguaje oral.

Si el niño presenta un lenguaje desorganizado, su representación mediante la escritura, también será desorganizada y en ocasiones cuando la dificultad es de grado severo el niño no logra, en los primeros años, aprender a escribir sin ayuda especializada

Más adelante promediando la escolaridad, a partir del tercero o cuarto año de la EGB, se presentan dificultades en la escritura y en la lectura implicando el aprendizaje de todas las materias de la currícula escolar. De esta manera se compromete el proceso de construcción del conocimiento que se va produciendo de manera fracturada ; el niño va aprendiendo más lentamente que el grupo de sus pares y su rendimiento se empobrece.

En estas circunstancias y en líneas generales no se relacionan las dificultades actuales que presenta ese niño para aprender, con sus alteraciones históricas del lenguaje. Esta últimas quedaron atrás en el desarrollo y seguramente ya no se guarda registro de las mismas.

En realidad la vinculación causal persiste, pues como dijimos antes, el desarrollo patológico del lenguaje es insidioso, y subyace de manera latente, se agrava progresivamente e impacta en aquellas situaciones, sociales, escolares, laborales, en las que la participación del lenguaje es imprescindible.

Así luego tendremos adolescentes en las aulas que arrastran dificultades desde los primeros años de la escolaridad, cuyas historias escolares están plagadas de contratiempos, adolescentes que reiteradamente cambian de escuelas buscando niveles inferiores de exigencias que se compatibilicen con sus limitaciones, adolescentes que fracasan en el intento de sostener una carrera universitaria.

En muchos de estos casos, recién en estas edades, podemos comprobar que ha sido la dificultad en el proceso de organización funcional del lenguaje el que ha ido obstaculizando, en el transcurso del crecimiento, la construcción de nuevos aprendizajes.

Desde el campo de la Fonoaudiología, hacemos especial hincapié en dos puntos fundamentales: en la importancia de la detección precoz de las dificultades del lenguaje y en la realización de diagnósticos diferenciales que permitan tratamientos adecuados.

Esto último debería constituirse en una responsabilidad compartida por todos los adultos, especialmente, por aquellos cuyas incumbencias profesionales se vinculan con el desarrollo y crecimiento de los niños.
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