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Bilingüismo y educación en Cataluña(III).Noción de bilingüismo

Ramon Cerdà Massó | 1/08/2003
3.1 Algunos lugares comunes sobre el bilingüismo

3.1.1 Consiste en el conocimiento o dominio de dos lenguas. No tiene por qué existir un contacto entre dos lenguas solamente, aunque el término ‘bilingüismo’ invite a este supuesto. La mayor parte de las veces coexisten en un mismo ámbito geográfico, social y cultural más de dos lenguas. Aquí, como en muchos tratados actuales, utilizaremos el término ‘bilingüismo’ en un sentido amplio, que comprende el de ‘plurilingüismo’.

3.1.2 Es un fenómeno esporádico. En absoluto. Podemos afirmar, por el contrario, que la mayor parte de la población mundial vive actualmente en condiciones de plurilingüismo, en cualquiera de sus múltiples tipos. Estos tipos, por lo demás, son tantos que, si se estudia con suficiente detalle, cada caso es peculiar e irreductible.

Los monolingües genuinos tienen la creencia íntima de que su lengua es tan natural como las nubes y los ríos. En el mejor de los casos, cuando escuchan otras lenguas, se sienten transportados poéticamente como cuando la mayor parte de la gente escucha el canto de los pájaros, tradicionalmente atribuido a un regalo que la naturaleza depara gratuitamente al hombre. En el peor de los casos, sobre todo cuando se les interpone en alguna medida, encuentran que las demás lenguas son una estupidez, una molestia o una agresión cuando son, respectivamente, más pequeñas, iguales o más grandes en hablantes o en presencia social.

3.1.3 Es motivo de enriquecimiento. Depende de qué se quiera entender por enriquecimiento. En principio, el bilingüismo constituye un verdadero motivo de enriquecimiento por el mero hecho de deparar a sus hablantes una visión relativista de las lenguas (de las culturas, etc.) –esencial para desatascar la mente a las alternativas y abrirse a lo otro–. También enriquece cuando es asumido individualmente en respuesta a un estímulo intelectual. Pero esta última circunstancia se da sólo muy raramente. Por lo común, el uso de lenguas no dominantes sirve de bien poco y puede constituir hasta un factor de riesgo, al menos de discriminación.



Desde el punto de vista de las propias lenguas implicadas, lo habitual es que la lengua dominante A imponga sus categorías (primero léxicas, luego gramaticales) a la lengua subordinada B y que ésta pierda aquellos elementos peculiares que no guardan correspondencia con los de la lengua dominante y se quede sólo con los que tiene en común con ella, en la intersección de ambas (ver figura; cf. Cerdà 1983, 1984).


3.1.4 Es un situación estable. Nunca lo es. El contacto entre lenguas en un mismo territorio es siempre consecuencia de un movimiento cultural, político o migratorio y causa de un reasentamiento permanente con implicaciones para las lenguas afectadas. Podemos afirmar que la deriva general va siempre a favor del monolingüismo –el avance del inglés en el mundo es una prueba.

No hay que subestimar, de todos modos, los poderosos recursos actuales que pueden frenar los cambios en cualquier situación de contacto entre lenguas: los medios de comunicación y, en especial, la educación. Aun así, no hay todavía motivos para pensar que estos recursos sean capaces de estabilizar de forma permanente ninguna situación de contacto lingüístico.

3.2 Algunos aspectos lingüísticos

3.2.1 Noción de conocimiento o dominio. Los lingüistas han insistido siempre en que es muy difícil, por no decir imposible, que se dé un caso de bilingüismo perfecto. Lo cierto es que incluso es muy difícil determinar qué se entiende por conocer una lengua. Descartando los niveles que típicamente recorren los estudiantes, sobre todo adultos, de segundas lenguas, podemos establecer que una lengua cualquiera sólo se conoce de un modo máximamente profundo y creativo si se adquiere –más que se aprende– en la infancia y se practica como medio habitual de expresión y de conexión con el entorno físico, nocional y social. Aun en este caso, es más bien raro –y aun imposible, en opinión de muchos neurolingüistas– que puedan adquirirse dos o más lenguas en las mismas condiciones. Las probabilidades más favorables se dan cuando los padres hablan lenguas diferentes y viven además en un ámbito con una o más lenguas distintas. Pero sucede con mucha mayor frecuencia todavía que el uso de una de las lenguas predomine sobre el de otra u otras porque se emplea con distinta intensidad o en registros diferentes.

El dominio que tenemos sobre una lengua aprendida es inversamente proporcional al grado de simpleza que los interlocutores nativos advierten en nuestros razonamientos por debajo de nuestra simpleza natural.

El dominio sobre una lengua es insatisfactorio mientras sólo sirva para defendernos. Es preciso poder atacar con ella.

3.2.2 Ámbitos de uso. Deriva de lo que acabamos de decir. Y es que incluso socialmente es muy difícil que dos o más lenguas coexistan en igualdad de condiciones. Por lo común, una de ellas se convierte en dominante al ser utilizada para cubrir las necesidades oficiales y solemnes de la comunidad (el poder político y/o religioso, la educación, los medios de comunicación, la literatura...) mientras las demás quedan relegadas a registros más bien domésticos y coloquiales. Esta situación, conocida en la terminología clásica como ‘diglosia’ es la habitual entre lenguas en contacto, frente al bilingüismo, que, insisto, es extremadamente raro si se entiende como una situación de plena equiparación entre lenguas.

3.2.3 Fenómeno individual o colectivo. El bilingüismo individual esporádico es puramente anecdótico, pues puede obedecer a un impulso puramente intelectual, a un interés muy definido (pongamos, por motivos profesionales) o a una necesidad primaria de supervivencia. En él se distinguen dos tipos: el compuesto, para cuando la adquisición de dos o más lenguas se produce simultáneamente, y el coordinado, para cuando aquéllas se adquieren o aprenden en etapas distintas. Sea como sea, las condiciones y consecuencias son completamente distintas cuando el bilingüismo se manifiesta como un fenómeno extendido en un determinado territorio entre uno o varios grupos y una comunidad histórica de hablantes. Este bilingüismo colectivo comprende, por supuesto, el bilingüismo individual.

3.2.4 Número de lenguas en contacto. No tiene por qué existir un contacto sólo entre dos lenguas, sino más, e incluso muchas más, como sucede típicamente en estados plurilingües producto de cualquier proceso colonialista clásico (cf. 3.1.1).

3.2.5 Diferencia tipológica entre las lenguas. Suele ser un factor determinante para el desenlace ulterior. Por lo general, la probabilidad, o el riesgo, de que la lengua dominante asimile progresivamente a la subordinada hasta convertirla en una variante cada vez menos diferenciada es inversamente proporcional a la distancia tipológica entre ellas.

Consideremos tan sólo dos casos históricos prácticamente opuestos. La asimilación ocurrió, por ejemplo, con el francoprovenzal, término que G. I. Ascoli adjudicó a un conjunto de lenguas que se extienden por un extenso territorio al este de Francia que comprende también la Suiza llamada francesa o, mejor, la ‘Suïsse Romande’ y el Val d’Aosta italiano. Este conjunto de lenguas, que nunca adquirieron denominación unitaria ni sentido de identidad consciente –a pesar de comprender durante mucho tiempo condados independientes, como el de Borgoña– fue sustituido por el francés, la lengua de gran prestigio cultural y social procedente de l’Île de France. Por el lado opuesto, destaca el ejemplo del húngaro, una lengua no indoeuropea que se distingue nítidamente de todas sus vecinas en la Panonia histórica desde que sus hablantes primitivos –hunos, ávaros y magiares– se instalaron por allí desde el siglo V. Al cabo de los siglos, los tipos humanos primitivos –recios, morenos, con ojos rasgados, entre otros caracteres– sólo se encuentran residualmente en algunos lugares de la Puszta, porque la inmensa mayoría de la población se ha diluido genéticamente entre eslavos, germanos y romanos. Tanto es así que hoy se hace prácticamente imposible distinguir a un húngaro de sus vecinos por el aspecto. Sin embargo, su lengua, que continúa siendo nítidamente distinta de todas sus vecinas, les confiere un sentido de identidad comunitaria perfectamente mantenido a lo largo del tiempo.


3.3 Algunos aspectos sociolingüísticos

3.3.1 Tipos de asentamiento. El contacto entre lenguas no tiene por qué obedecer a una invasión o un sometimiento de tipo militar o político. El francés de París, como hemos dicho más arriba, se impuso como lengua de prestigio entre las clases dominantes de otros territorios. Con más razón puede aplicarse esto al inglés –después de la segunda guerra mundial y sobre todo a caballo del desarrollo tecnológico–, una lengua que carece, por lo demás, de academias expresamente dedicadas a la creación y mantenimiento de una norma estándar. Otros ejemplos en cierto modo similares se encuentran en las lenguas clásicas, como el árabe coránico, que constituye todavía la lengua de cohesión cultural en el mundo islámico.

3.3.2 Masas críticas. La interacción de una determinada masa de hablantes con unas determinadas condiciones políticas, sociales y económicas suele decidir a menudo la suerte de una lengua.

Esto puede resumirse señalando, por ejemplo, que la firma Microsoft tiene una clasificación de las lenguas del mundo en distintas prioridades, según la cual dedica más o menos inmediatamente inversiones para crear productos en cada lengua en función de esa prioridad. Y detrás de Microsoft, aunque parezca un decir, van las empresas que crean productos mediáticos y culturales en general.

3.3.3 Funcionalidad de las lenguas. Los registros o, según algunos autores, los dominios de uso de cada lengua en una situación plurilingüe constituyen el factor más determinante y decisivo de la suerte de cada cual. En primer lugar aparece el dominio de las relaciones económicas, al que prácticamente se supeditan los demás.

3.3.4 Sentimientos y actitudes propias y recíprocas. En todo contacto lingüístico existen manifestaciones espontáneas entre los distintos grupos que denotan el sentimiento general –no necesariamente compartido– sobre la preponderancia, la igualdad o la inferioridad de las lenguas respectivas. Así, por ejemplo, se ha descrito como autoodio el menosprecio hacia la lengua propia cuando se considera un obstáculo para la promoción cultural, profesional o social en un determinado ámbito bilingüe.

Existen expresiones bien conocidas para identificar modalidades lingüísticas (hasta lenguas enteras) que denotan este sentimiento descalificador. Entre ellas destaca sin duda el patois o ‘patués’, que en la Francia tradicional designaba cualquier modalidad lingüística que se distinguiera del francés académico. En no pocos lugares de España, según el Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (1966) predomina un equivalente, el ‘chapurreado’.

3.3.5 Factores de cambio. Destaca sin duda la constitución de un Estado con todas las atribuciones habituales para la lengua declarada oficial. La cooficialidad y el reconocimiento estatal o internacional proporcionan asimismo un beneficio importante. La mayoría de las demás medidas de protección (educación compartida, publicaciones...) suelen ser por sí solas bastante menos eficientes que la ausencia de tales medidas para el efecto contrario.


3.4 Resumen global

A partir de lo indicado, podemos resumir que, en términos empíricos, existen tres tipos principales de bilingüismo:
– Individual. Aunque es el modo esencial como se manifiesta siempre el bilingüismo, si no alcanza características de los otros dos tipos, suele ser socialmente irrelevante.
– Institucional. A pesar de su habitual importancia, no se descarta que sea socialmente inoperante –piénsese, por ejemplo, en el latín, utilizado durante siglos por la iglesia católica o por las universidades tradicionales.
– Funcional. El tipo más determinante, se refiere a los usos lingüísticos espontáneos en las relaciones sociales y económicas de las comunidades. Fuera de este ámbito, las lenguas pueden tener una incidencia inapreciable o incluso negativa.

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