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Porque nadie nos enseña a ser papás. Comunicación asertiva

Es necesario hacer un autoanálisis de nuestros mensajes y evitar recurrir a los negativos, preguntarnos si están teniendo el resultado esperado.

En el artículo anterior se comentaba sobre la comunicación no verbal y lo importante que es al expresarnos.

Continuando con ello, también está la comunicación verbal que puede ser positiva o negativa. Algunos ejemplos de mensajes negativos podrían ser:

  • Los gritos. Cuando nos enojamos tendemos a subir el volumen de nuestra voz, pero si analizamos esto nos daremos cuenta de que no hace falta gritar cuando tenemos al niño frente a nosotros, nos escucha muy bien. Los gritos son la muestra de nuestra falta de control ante nuestras emociones.
  • Insultos. Son comentarios muy poco respetuosos, se recurre a ellos cuando queremos ofender, burlar, herir.
  • Amor condicionado. Esto ocurre cuando le decimos al niño: “Te quiero si…” o “Ya no te quiero porque…”. El amor de un padre o una madre debe ser incondicional. No es verdad que dejamos de quererlos, es un enunciado falso.
  • Repetir muchas veces la consigna. Esto es frecuente cuando no está acostumbrado a obedecer a la primera vez que le pedimos las cosas. Si por ejemplo le decimos: “Recoge tus juguetes” y no hace caso, repetimos: “Te pedí que recogieras tus juguetes” y no hace caso, y lo volvemos a repetir, esta vez enojados o gritando. Si la primera vez que lo pedimos no funcionó, ¿qué nos hace creer que las siguientes veces funcionará? El niño se acostumbra a que le vamos a pedir varias veces las cosas y hará caso después de ello, por miedo al castigo o al enojo del padre o la madre, no por convicción porque se pierde la credibilidad.
  • Suplicar o convencer. Hay padres que delegan la autoridad al hijo y en vez de ordenar la consigna, le piden o suplican que la haga. La autoridad en casa son los padres, no los hijos. Vamos sin querer, educando dictadores y tiranos.
  • Tono equivocado. A veces no coincide lo que expresamos con lo que decimos, falta congruencia entre el tono y el mensaje.
  • Explicaciones extensas. Las largas explicaciones, lejos de corregir, provocan desánimo, aburrimiento y falta de entendimiento.

Es necesario hacer un autoanálisis de nuestros mensajes y evitar recurrir a los negativos, preguntarnos si están teniendo el resultado esperado. Afortunadamente, por el otro lado tenemos los mensajes positivos:

  • Reconocimiento. A todos nos encantan los elogios, tienen un efecto muy positivo, sobre todo en la autoestima. Es importante siempre poner atención y aplaudir las conductas positivas, los logros y no tanto lo negativo. Si le decimos: “Lo harás mejor la próxima vez”, “Pon más atención”, “Esfuérzate un poco más”, nuestras palabras tendrán un efecto diferente y contrario al regaño o el grito.
  • Hablar en positivo. “No te puedes levantar hasta que te termines lo que te serví” y “Te podrás levantar cuando te termines lo que te serví”, son enunciados diferentes pero con el mismo significado. Usar enunciados positivos como el segundo de este ejemplo tendrá un efecto diferente; es necesario detenerse y hacer consciente lo que vamos a decir para hacerlo de manera positiva, pero con entrenamiento se puede lograr.
  • Vender nuestro tiempo. Muchas veces las malas conductas aparecen cuando los niños se sienten desplazados y necesitan más atención. Si le digo: “Soy tuya los siguientes 30 minutos, tú decide qué vamos a hacer”, el niño se sabrá mirado, escuchado, atendido y valorado. Decide cuántos minutos puedes dedicarle sin atender el teléfono, la ropa, pendientes, el trabajo. Hacer lo que el niño decida: jugar, ver una película juntos, cocinar algo rico, etc. Puede haber un espacio para él, otro para el hermano y otro momento para estar todos juntos.
  • Cumplir lo que prometemos. Siempre ofrecer cosas que de verdad vayamos a cumplir; esto es signo de verdad, responsabilidad, credibilidad y autoridad.
  • Explicar con valores. Cuando lo que pedimos está relacionado con un valor, es más fácil que acceda el niño a cumplirlo, y no solamente porque lo digo yo. El mensaje debe ser conciso, sin explicaciones largas y aburridas, asociando el porqué de dicha petición. Por ejemplo: “Dilo sin palabras anti sonantes por respeto a tu abuelita”.
  • Dar alternativas. Es más fácil que el niño acepte seguir una indicación cuando es capaz de elegir. En vez de: “Te tienes que comer las verduras”, si le decimos: “¿Qué prefieres, calabazas o ejotes?”, habrá más probabilidad de que acceda a diferencia de que se le imponga. Le será más fácil cooperar y sentirse parte.
  • Indicar qué esperamos de él. La anticipación es una herramienta maravillosa. Si el niño sabe qué se espera que haga, es menos probable que inicie un berrinche o desobedezca. Con mi hijo lo practicaba antes de entrar al súper: “No voy a comprarte un juguete, venimos por leche y por jamón. No llores ni te enojes porque no es tu cumpleaños, ni navidad”, y me funcionaba muy bien.
  • Tono firme y coherente. Si vamos a felicitar, que sea con fanfarrias; si vamos a regañar, usar un tono firme.

Recurre a estos enunciados positivos y verás que los resultados serán también positivos.

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