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Es necesario recordar, que la forma en que nos comuniquemos con nuestros niños incidirá en sus vidas, en la seguridad de sí mismos, en cómo se comunicarán luego con sus pares u otros adultos y posiblemente serán huellas que comenzarán a marcar su personalidad. Ya desde los primeros meses de vida -con todas las formas de comunicarnos ya sean, miradas, gestos, sonrisas, palabras, etc.- el vínculo y la comunicación comienzan a tener una importancia fundamental en el desarrollo emocional de ellos.
Quizá en muchas ocasiones nos hayamos encontrado diciendo a nuestros niños frases como ¡Pero mira que eres lento! ¡Ese niño es malo, no quiero que juegues con él! ¿se puede ser más torpe, hijo?
“Siempre haces todo al revés”; “No seas tan llorón”, “Siempre último!, no puedes apurarte!?”
“Eres atolondrado! Deja que te ayudo yo”, “Siempre en la luna!”
Y sí, posiblemente al leerlas digamos que no, nunca las hemos dicho ni las diremos porque al encontrarnos con la carga emocional que genera cada una de ellas nos damos cuenta de que hay algo que no está bien allí. Pero sucede que llegado el momento y la situación real donde la conducta de nuestros hijos nos desespera, nuestra paciencia parece haber desaparecido y ahí estamos sorprendidos hablándoles con muchas de esas frases a nuestros hijos o alumnos -porque no son frases ajenas a los escenarios de la cotidianidad de las aulas-.
En principio, es necesario recordar, que la forma en que nos comuniquemos con nuestros niños incidirá en sus vidas, en la seguridad de sí mismos, en cómo se comunicarán luego con sus pares u otros adultos y posiblemente serán huellas que comenzarán a marcar su personalidad. Ya desde los primeros meses de vida -con todas las formas de comunicarnos ya sean, miradas, gestos, sonrisas, palabras, etc.- el vínculo y la comunicación comienzan a tener una importancia fundamental en el desarrollo emocional de ellos.
Ya a partir de la primera infancia -en el inicio y la formación de la personalidad- la comunicación y las formas que tenemos de vincularnos con los niños van siendo de mayor importancia. Desde ya que, no hay que caer en la angustia culpógena si alguna vez nos sucedió que hemos llamado la atención de nuestros hijos con cualquiera de las frases mencionadas porque alguna conducta de ellos nos superó. Pero sí es necesario saber que si esas formas de vincularnos se naturalizan y se hacen reiteradas allí es posible que luego tengamos niños con mayores dificultades para desenvolverse en los ámbitos en los que se encuentren.
¿Cuáles son estos riesgos?
El principal es el de las llamadas Profecías autocumplidas, en éstas el niño llegará en algún momento de su vida a creer que esas frases -etiquetas que estuvimos poniendo- son ciertas por lo tanto, creerá que “no sirve para nada”, “no puede hacer nada bien”, etc. y se verá afectada la seguridad de sí mismo. Estos niños -y más adelantes adolescentes, adultos- se mostrarán en diferentes espacios, como el escolar o social, inseguros de realizar tareas por sí solos, desconfiando de sus capacidades o demasiado exigentes consigo mismo intentando alcanzar casi la perfección.
Pero también pueden aparecer etiquetas positivas. ¿Cómo es esto? Sí, en muchas ocasiones creemos que la mejor forma de ayudar a la seguridad en la personalidad de nuestros hijos es adular constantemente sus conductas con frases como “Siempre tan buena”, “Eres el más obediente!”, “Eres el campeón!”, “Eres el mejor siempre!”, “Eres un cerebrito”. Y como dijimos más arriba, es natural y hasta esperable que alguna vez las digamos. ¿Pero que sucede cuando constantemente el niño recibe esas calificaciones? También puede llegar luego a la profecía autocumplida y pensar que si alguna vez falla perderá esa imagen ante sus padres, dejará de ser “el mejor de la clase”, “el que más goles hace”, “el que siempre se porta bien”...y entonces también se verán consecuencias emocionales –como dificultades en la aceptación de los fracasos, sentimientos de frustración- tanto en su niñez como en etapas siguientes de la vida.
¿Qué podemos hacer para evitar caer en etiquetas positivas o negativas?
No etiquetar al niño sino a las acciones que realice. Es tan sencillo como intentar cambiar ese discurso poniendo el énfasis en la acción que realizó, entonces en lugar de decir "sos un campeón" decir "qué bien jugaste hoy!" O en vez de "como siempre sos el mejor" podría decirse "hoy te esforzaste mucho y lo lograste", en lugar de “Apúrate no seas tan lento” intentemos con “si necesitas ayuda puedes pedírmela”
Puede ser difícil al inicio porque también es probable que nosotros estemos acostumbrados desde pequeños a escuchar de la misma manera a adultos dirigirse así. Pero es un simple cambio de esquemas mentales que tendríamos que intentar y luego acostumbrarnos a emplearlo.