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Orientación educativa familiar e inteligencia emocional: Manual para padres (Parte III)

En este manual la convivencia familiar puede definirse como un espacio de vida en común. Se centra en el entramado de relaciones interpersonales que se dan entre todos los miembros de la familia en los que se construyen procesos de comunicación, emociones, valores, actitudes,roles, status y poder.

2.2 Las Competencias Emocionales y la Inteligencia Emocional.



La educación emocional, mediante el modelo de inteligencia emocional, es una de las estrategias adecuadas para el desarrollo de competencias emocionales que pueden aplicarse a una multiplicidad de situaciones familiares en el desarrollo de una convivencia positiva. La educación de las emociones requiere una formación inicial, pero también una formación permanente, tanto en la familia como en la escuela, como un trabajo conjunto de la comunidad educativa de padres, docentes, tutores y orientadores. Un espacio para prevención de situaciones negativas tales como el estrés, la depresión, la violencia y el consumo de drogas, entre otras problemáticas de la vida familiar.

Daniel Goleman (1996), considera que la inteligencia emocionales la capacidad de reconocer los sentimientos propios, los sentimientos de los demás, motivarse y manejar adecuadamente las relaciones que se sostienen con los demás y con sí mismos. Desde la perspectiva de Goleman (1996), se destacan cinco determinantes del desarrollo de la inteligencia emocional:

1. Conciencia de uno mismo. Es la capacidad de reconocer y entender en uno mismo las propias fortalezas, debilidades, estados de ánimo, emociones e impulsos, así como el efecto que éstos tienen sobre los demás.

2. Autogestión, es la habilidad para controlar nuestras emociones e impulsos, los estados de ánimo, permanecer tranquilos para afrontar los sentimientos de angustia, miedo y para recuperarse pronto de los sentimientos negativos.

3. Motivación, es la capacidad de búsqueda constante y persistente del logro de los objetivos propuestos, haciendo frente a los problemas identificados.

4. Empatía, es la habilidad para entender las necesidades, sentimientos, emociones y problemas de los demás, sentir con las otras personas.

5. Habilidad social, que es la destreza para manejar las relaciones con los demás, sentir alegría de estar entre la gente, colaborar, ayudar, pertenecer a un grupo.


Estas a su vez se dividen en:



Goleman, y Cherniss (2007), en el libro la Inteligencia Emocional en el Trabajo, proponen un inventario de desarrollo de la inteligencia emocional, que vamos a describir con la intención de enriquecer la comprensión de cada una de las competencias anteriormente señaladas.

1. Competencia personal. Cómo nos relacionamos con nosotros mismos.
A. Conciencia de uno mismo. Conocer los propios estados internos, preferencias, recursos e instituciones.
A1. Conciencia emocional. Reconocer las propias emociones y sus efectos.
A2. Valoración adecuada de uno mismo. Conocer las propias virtudes y límites.
A3. Autoconfianza. Un intenso sentido de la propia valía y capacidades.
B. Autogestión. Regular los propios estados, impulsos y recursos internos. B1. Autocontrol. Mantener bajo control las emociones e impulsos conflictivos. B2. Fiabilidad. Mantener elevados niveles de honradez e integridad.
B3. Minuciosidad. Asumir la responsabilidad de nuestra actuación personal.
B4. Adaptabilidad. Flexibilidad para afrontar los cambios.
B5. Innovación. Sentirse cómodo y abierto ante nuevas ideas, enfoques e informaciones.
C. Motivación. Tendencias emocionales que guían o facilitan el logro de nuestros objetivos.
C1. Motivación de logro. Esforzarse por mejorar o satisfacer un determinado criterio de excelencia.
C2. Compromiso. Secundar los objetivos de un grupo u organización.
C3. Iniciativa. Prontitud para actuar en las oportunidades.
C4. Optimismo. Persistencia en la consecución de los objetivos a pesar de los obstáculos y contratiempos.
C5. Orientación hacia el logro. La motivación principal a la hora de satisfacer un determinado criterio de excelencia.
C6. Iniciativa. Prontitud para actuar.
2. Competencia Social. Cómo nos relacionamos con los demás.
D) Empatía. Conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones ajenas. D1. Comprensión de los demás. Tener la capacidad de captar los sentimientos y los puntos de vistas de otras personas, e interesarse activamente por las cosas que le preocupan.
D2. Desarrollar a los demás. Sentir las necesidades del desarrollo de los demás y estimular sus habilidades.
D3. Orientación hacia el servicio. Anticipar, reconocer y satisfacer las necesidades de los clientes.
D4. Aprovechamiento de la diversidad. Aprovechar las oportunidades que nos brindan diferentes tipos de personas.
D5. Conciencia política. Capacidad de darse cuenta de las corrientes emocionales y de las relaciones de poder subyacentes en un grupo.
E. Habilidades sociales. Capacidad para inducir respuestas deseables en los demás.
E1. Influencia. Utilizar tácticas de persuasión eficaces.
E2. Comunicación. Escuchar abiertamente y emitir mensajes convincentes. E3. Resolución de conflictos. Capacidad de negociar y resolver desacuerdos. E4. Liderazgo. Inspirar y dirigir a grupos y personas.
E5. Catalización del cambio. Iniciar o dirigir los cambios.
E6. Establecer vínculos. Alimentar relaciones instrumentales.
E7. Colaboración y cooperación. Trabajar con los demás en la consecución de una meta común.
E8. Habilidades de equipo. Crear sinergia grupal en la consecución de metas colectivas.

Es importante aclarar, que el modelo de Goleman se ha ido modificando constantemente y que en la actualidad este modelo se conforma por cuatro dimensiones que son las siguientes: 1)conocimiento de uno mismo, 2)autorregulación, 3) conciencia social y 4) regulación de las relaciones interpersonales (Fragoso, 2015).

No obstante, en este trabajo por cuestiones prácticas hemos decidido trabajar con el modelo inicial que describimos anteriormente.

Es transcendental señalar que las competencias personales y sociales potencian en la vida familiar:



Si partimos de la idea de que la familia y la escuela son las instancias que más influyen en el desarrollo del individuo y en su proceso educativo, resulta necesaria la colaboración coordinada de estos actores a través del orientador educativo o tutor, en la formación de los hijos/alumnos para propiciar el desarrollo integral de los mismos como futuros ciudadanos en pro de la construcción de sociedades democráticas.


Fig. 3. Esquema de dimensiones educativas. Realizado por Autor (2019).

3. La inteligencia emocional y la convivencia familiar.


Una buena convivencia familiar brinda a los niños, adolescentes y adultos herramientas para desarrollar las competencias personales y sociales para un desarrollo humano integral.

Convivir es habitar o vivir con otras personas. Cuando hablamos de convivencia familiar nos referimos a la necesaria relación que establecen cada uno de los integrantes de la familia.

Parafraseando a Ortega (1997), en este manual la convivencia familiar puede definirse como un espacio de vida en común. Se centra en el entramado de relaciones interpersonales que se dan entre todos los miembros de la familia en los que se construyen procesos de comunicación, emociones, valores, actitudes, roles, status y poder.

La convivencia familiar refiere a la calidad de las relaciones interpersonales que se han construido en el grupo, y que dan lugar a un determinado clima familiar que a su vez influye sobre éstas (Ararteko, 2006).

  • Cuando la convivencia familiar es armoniosa, se privilegia el diálogo, el respeto mutuo y la participación. Se genera un clima adecuado en el desarrollo integral de sus miembros, en este caso podemos hablar de un clima de convivencia positiva.
  • Si lo que predomina en el espacio familiar es la hostilidad y el conflicto, donde se produce desconfianza, inseguridad y la desvalorización de las personas que integran el grupo familiar, podemos señalarlo como un clima de convivencia negativa (Ararteko, 2006).



La preocupación por la coexistencia hostil en los espacios familiares a lo largo de su ciclo vital, ha dado paso afortunadamente a la toma de conciencia de que es preciso ocuparse, y no sólo preocuparse. Es decir, desarrollar estrategias educativas que generen un clima de convivencia positivo en la familia.

El conflicto es un proceso inherente a la convivencia humana. En la familia se encuentra impregnado por una alta carga emocional que puede presentar una doble dimensión: positiva, cuando puede verse como una oportunidad donde las familias resuelven sus conflictos a través de la comunicación y el diálogo, resolver los conflictos de manera no violenta y a participar conjuntamente en la solución de situaciones difíciles reforzando los lazos familiares. En otras ocasiones cuando el clima familiar es negativo, los mismos conflictos se viven durante mucho tiempo, y al no solucionarse lesionan el afecto, la confianza y la relación entre sus integrantes (Fernández, Henarejos, Hernández, 2011).

Un clima de convivencia positivo como realidad compleja depende de una gran cantidad de factores, entre los cuales destacan tres por su importancia:

  1. Las normas que se establecen como marco de las relaciones interpersonales ideales, implicaría la participación y el diálogo entre los miembros del grupo familiar.
  2. En el grupo familiar cada una de las personas debe construir un autoconcepto positivo como base para facilitar la preocupación por los otros.



Las emociones desempeñan un papel importantísimo en la generación de condiciones adecuadas para la convivencia familiar. La adquisición de competencias parentales y un sistema de valores son necesarios para que la familia se comprometa a desarrollar sus funciones asistenciales, educativas y socializadoras para aprender a convivir de manera pacífica y democrática, tanto en los contextos familiares como en otros contextos educativos y de desarrollo (Amaya, 2008).

La idea que deseamos enfatizar es que las competencias emocionales, que todos podemos desarrollar a través de la educación emocional, las pongamos al servicio de la convivencia familia positiva.


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