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Como el lenguaje es una “facultad” propia o innata de los seres humanos, hace posible que podamos adquirir o aprender una lengua tal como es: un sistema de componentes o elementos que son regulados por “reglas y principios”. Neurológicamente hablando, esta facultad articulatoria es posible gracias a intrincados circuitos neurales en nuestro cerebro. Hablar una lengua implica, entonces, conocer el conjunto de reglas y principios que organizan los componentes de una lengua en funciones comunicativas.
¿Qué es lo que conocemos de una lengua cuando hablamos o escribimos? Pregunta vital para iniciar cualquier investigación sobre materias lingüísticas cada vez que pensemos en la enseñanza de una lengua, sea ésta materna, originaria, o segunda lengua. Noam Chomsky lo expuso brillantemente en su libros ´Reflexiones sobre el Lenguaje’ (1975) y en ‘Conocimiento del Lenguaje: su Naturaleza, Origen y Uso (1986). En apretada síntesis presentamos sus ideas fundamentales, no sin antes reproducir lo que un periodista escribiera respecto de Helen Keller en el New Yorker de fecha 16 de Junio del 2006 como sigue: “……¿conocemos sólo lo que vemos, o vemos aquello que, de alguna manera, ya conocemos? ¿qué es el conocimiento lingüístico? ¿Cómo es aquello que nos permite hablar y comprender una lengua?
Como el lenguaje es una “facultad” propia o innata de los seres humanos, hace posible que podamos adquirir o aprender una lengua tal como es: un sistema de componentes o elementos que son regulados por “reglas y principios”. Por ahora, llamémoslos sonidos o fonemas, oraciones y enunciados que ocurren en una situación comunicativa. Lo que llamamos vocales y consonantes son elementos de una lengua producidas gracias a que disponemos de un aparato fono-articulatorio compuesto por la cavidad oral (boca), nasal (nariz)-entre otras- más el rol que cumple la corriente de aire que sale de los pulmones, cumplida la función vital de purificar la delicada y compleja estructura del organismo mediante el aparato respiratorio.
Neurológicamente hablando, esta facultad articulatoria es posible gracias a intrincados circuitos neurales en nuestro cerebro. Nos damos cuenta de su importancia cuando, por daño neurológico, estas redes se ven impedidas de realizar su función limitando las capacidades de producir sonidos y enhebrar palabras en una oración (afasias). Hablar una lengua implica, entonces, conocer el conjunto de reglas y principios que organizan los componentes de una lengua en funciones comunicativas.
En la actualidad disponemos de un área de conocimiento científico (lingüística descriptiva o estructuralismo) que nos provee información sobre cómo analizar una lengua para propósitos o fines didácticos. Lo conocemos como ‘lingüística aplicada’ que explica las funciones de los elementos o componentes de un sistema lingüístico y la relación entre sí para producir ‘significados’ o para entender la naturaleza de alguna dificultad para expresarnos. Cuando hablamos de “competencias lingüísticas” nos referimos a ello: ser capaz de manejar el conocimiento que tenemos de una lengua, que se está aprendiendo o adquiriendo con fines comunicativos. Desde el punto de vista pedagógico, particularmente en la formación de profesores de lenguas, las contribuciones de la “lingüística aplicada” deberían formar parte de la columna vertebral de toda malla curricular.
Cuando Ud. conoce una lengua, puede hablar, entender y ser entendido por quienes conocen también esa lengua. Significa que Ud. posee la capacidad para producir una secuencia de sonidos verbales que transmiten una “intención comunicativa” para que otros hablantes puedan entender o interpretar, ya sea por vía oral o escrita. Así, la lengua’ es mucho más que un simple acto de hablar. Pero ¿cómo se da esto en la enseñanza/aprendizaje de una lengua originaria? ¡interesante!
Hoy por hoy, todos hablamos, naturalmente, al menos una lengua, pero vamos hacia la posibilidad de aprender otra que nos puede conducir hacia un bilingüismo (o multilingüismo). Un niño(a), ya los 5 o 6 años, es tan competente como sus padres para hablar y entender su lengua materna, justo en el año de ingreso a la edad escolar ¿por qué será? ; la habilidad para llevar a cabo una conversación efectiva requiere del conocimiento sobre cómo funciona una lengua y como se manifiesta en un acto de habla. Valga la comparación, cuando un niño(a) maneja su lengua lo hace igual que cuando comienza a caminar, es decir, no necesita explicar el concepto de equilibrio o los soportes neurofisiológicos que le permiten moverse. Un niño(a) no necesita saber conscientemente qué es un sustantivo, verbo, adjetivo, etc. Entonces, ¿qué es lo que puede conocer un hablante de castellano, quechua, mohawk, mapudungun, o inglés…..para poder comunicarse en cualquiera de estas lenguas? Conocer una lengua implica, por lo tanto, distinguir qué sonidos u orden gramatical corresponden a esa lengua y cuáles no. Una forma es observar cómo un hablante pronuncia u ordena los elementos de la lengua en enunciados u oraciones con significados y un orden sintáctico y cómo los diferencia. Analice Ud. los siguientes pares de oraciones y coméntelos: “paso” – “sopa”; “se mojó el ombligo” –“se enojó conmigo”; “mi papá es beodo”- “mi papá es viudo”; “eso me dio rabia”-“esa media rubia”; “cansado con el viaje”- “cansado con el viejo”. Finalmente, ¿qué le sucede a Ud. cuando escucha una lengua que no conoce? O ¿Hablar inglés con los sonidos propios del castellano?