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Muchas lenguas ya se encuentran ‘moribundas’ y no pasarán las próximas generaciones. Nos moveremos dentro de un par de lenguas útiles para la economía, la ciencia y tecnología, como el inglés. Pero ¿Es real la desaparición de lenguas? ¿Importa? ¿A quiénes? ¿Cuáles?
El Dr. David Crystal (1941- ), destacado lingüista Británico plantea la dimensión del problema en su texto “Language Death” (2000). El creciente peligro de desaparición de muchas, es motivo de preocupación entre quienes están comprometidos con el estudio de la “identidad cultural y lingüística de los pueblos”. Afirma que de las 7000 lenguas que aproximadamente existen hoy en el mundo, sólo unas 600 están más o menos aseguradas en su devenir sin saber hasta cuándo.
En el Congreso Internacional de Lingüística de Quebec, Canadá (1992) se concluyó que “la desaparición de una lengua es pérdida irreparable para la humanidad… es urgente responder a esta situación promoviendo y respaldando programas en instituciones académicas para la elaboración de gramáticas, diccionarios, así como descripciones de los sistemas fonológicos, sintácticos y semánticos”. Expertos sostienen que “muchas lenguas han desaparecido a lo largo de la historia, pero nunca en la extensión actual”. Parte de las lenguas que hoy se estudian, a partir de ahora, ya no estarán disponibles para generaciones futuras. ¿Estamos dispuestos a cargar con la culpa de quedarnos donde estamos, sin hacer nada o poco?
Crystal afirma, también, que muchas lenguas ya se encuentran ‘moribundas’ y no pasarán las próximas generaciones. Nos moveremos dentro de un par de lenguas útiles para la economía, la ciencia y tecnología, como el inglés. Pero ¿Es real la desaparición de lenguas? ¿Importa? ¿A quiénes? ¿Cuáles? Sostiene que estas interrogantes deben ser centros de debates inter/trans-disciplinarios con miras a crear una ‘eco-lingüística’. Dejar que una lengua desaparezca, es como decir que “sus hablantes mueren”. Mucho más - al desparecer- toda una cosmovisión del mundo se extingue gradualmente con las cogniciones propias de un pueblo. Una lengua no tiene existencia sin su ‘gente’ y muere cuando ya nadie la habla.
Bruce Connell , lingüista de la York University, Canadá relata que en 1994, cuando visitó Cameroon, Adamawa se encontró con varias “lenguas moribundas”. Del “kasabe” había sólo un hablante que falleció en el 96. ¿Debiera sorprendernos la rapidez con que las lenguas se nos van?