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Una jerga es una variedad lingüística que usa un determinado grupo de personas, diferente en el léxico a la lengua standard, a veces incomprensible para los demás. Es también una modalidad lingüística especial de un determinado grupo social o profesional como del campo médico, comercial, ingenieril, etc.
Prefiero no hablar de lenguaje científico porque no lo es. ¿Qué es? Una jerga es una variedad lingüística que usa un determinado grupo de personas, diferente en el léxico a la lengua standard, a veces incomprensible para los demás. Es también una modalidad lingüística especial de un determinado grupo social o profesional como del campo médico, comercial, ingenieril, etc. No se debe confundir con el dialecto que es una variedad de habla de naturaleza geográfica. De cualquier forma, es común hoy escuchar la expresión “hay que entender…”, que la pedantería de la ciencia usa para explicar un fenómeno que siempre termina complicándolo más. De aquí la importancia de la divulgación del conocimiento científico en forma sencilla y alcance de los no especialistas.
Los fenómenos de la naturaleza distan mucho de ser como un científico(a) lo ve. Tanto pronto como un fenómeno se descubre, se le califica o clasifica (taxonomía) de inmediato con algún vocablo propio de la jerga científica. Obviamente que esos dificilísimos términos del cientifismo moderno sólo sirven de parche para tapar la ignorancia de una adecuada comprensión del mundo Los fenómenos naturales, en modo alguno, son como los ven los “científicos”. Ello pues la vida se desenvuelve de momento en momento, de instante en instante y cuando la mente científica lo detiene para analizarlo, de hecho lo mata. Cualquier inferencia extraída de un fenómeno natural, de ninguna manera es igual a la mente del observador que, alucinado por sus teorías, cree firmemente en el realismo de sus propias inferencias. El intelecto alucinado solo ve, en los fenómenos, el reflejo de sus conceptos, además, deseando que los fenómenos resulten exactos a lo que plantea. En términos más científico es posible manipular una o las hipótesis de investigación con arreglo a los datos. Y a eso se le puede llegar a llamar “con base en la evidencia”. El no especialista nunca sabe y nos dicen que hay que confiar en la ciencia y su método científico.
Son muchos los términos, expresiones o vocablos que se crean en los distintos campos científicos para hacer que los procesos caminen sobre los carriles de una “sabiohondes” más que “sabiduría”, por ejemplo miremos el cambio de la anatomía humana, o la nomenclatura de los componentes químicos en el mundo farmacéutico. En estos esfuerzos son importantes las raíces greco-latinas. Para qué mencionar lo del mundo del Derecho, la Economía y Ciencias Políticas, la Informática, etc. (también los pontífices de la ciencia moderna que abundan en el campo de las Matemáticas y Física). La intelección ni por muy brillante que parezca no podrá jamás, afirma el Dalai Lama en “The Book of Awakening” ( 2002, Element Ed, London o “Libro del Despertar”), conducirnos a la experiencia de lo verdaderamente real.
¿Por qué nuestro intelecto presume siempre de omnisciente o sabelotodo? ¿Por qué se alucina creyendo que las substancias y fenómenos son como el investigador/a) cree son? ¿Por qué la intelección quiere que la naturaleza de las cosas sea como se desea? Es decir una réplica perfecta de sus teorías, conceptos, opiniones, dogmas, preconceptos y prejuicios. La conciencia despierta – agrega – no es la mente, tampoco la memoria, ni nada semejante. Sólo la “conciencia liberada” puede experimentar por sí misma, y en forma directa, la realidad de la vida libre en su natural movimiento, ir y devenir. Mientras exista dentro de cada uno de nosotros cualquier elemento subjetivo, la conciencia siempre estará embotellada entre tal elemento y no podrá gozar de la “iluminación” o “claridad”, continua y perfecta. El intelecto divorciado del espíritu deviene lo inútil. Así, surgen los bribones. Justamente al mirar el estado en que se encuentra nuestra humanidad tenemos la belicosidad de las conciencias como forma de imponer al otro sus “verdades”. El “inicuo” (el malvado, el malo, el perverso) del que habla Pablo de Tarso en sus epístolas, es el crudo realismo de estos tiempos. Se manifiesta por doquier en todas las actividades humana. Discute en los cafés, negocia en la ONU, la OTAN, FAO, UNESCO, OMS y se sienta cómodamente en Ginebra, realiza experimentos en laboratorios, inventa bombas, misiles teledirigidos, gases y virus asfixiantes o bombas bacteriológicas. Como escribió SAW en “La Gran Rebelión”. AGEAC, España, 1992. “....en la cadencia del verso se esconde el delito, también en el perfume delicioso de los templos (o academia), tan refinado que se confunde con la santidad o sabiduría”. Esto nos debe hacer dudar de los avances científicos principalmente por las jergas en las que nos envuelven las distintas disciplinas en seminarios, congresos y publicaciones (journals). La autosuficiencia de estos discursos muestra- muchas veces - la soberbia de los investigadores, como que siempre escriben para ellos mismos.
El “inicuo” odia las virtudes cristianas de la fe, la paciencia y la humildad hasta prohibiendo hablar o escribir sobre las emociones, adherido siempre al “becerro de oro de la razón” con Decartes y /o Kant en el liderazgo del método científico. ¿Cuántos cadáveres están hoy día a 2,5 metros en los panteones del mundo por errores de diagnósticos errados o una medicina mal administrada? Ahora se ha hecho común la expresión “hay que entender” al escuchar a un astrónomo(a) o geólogo (a) para explicar los eventos naturales o cósmicos en panelas de la TV. El inicuo ha estructurado los planes de estudios en un sistema de educación y dicta la ciencia oficial. Quien se atreva, en estos tiempos, a pronunciarse contra un determinado paradigma científico, se condena a sí mismo, a la burla de sus colegas, al sarcasmo, a la ironía con el calificativo de “estúpido e ignorante”. El inicuo – parece - odia el precioso “Sentido del Ser” conocido como la “facultad de percepción instintiva de las verdades cósmicas” que nuestros “pueblos originarios” profesan en su espiritualidad o “religare”. La “ciencia pura” es siempre distinta a todo el podridero de teorías académicas que existen en el universo científico. Muchas guerras, hambres y enfermedades ha propagado este espíritu ignominioso. Precisamente, me refiero al mundo belicoso que se nos muestra en la Europa actual. Debemos pensar, en consecuencia, si eso que llamamos “progreso científico”, es realmente beneficioso para la humanidad en qué dimensión y en cuál no: la amenaza con el uso destructivo de la energía nuclear, pudiendo ser mucho más de beneficioso para la especie humana y toda forma de vida. Ciertamente hay “nuevos horizontes en la ciencia” urgente de conocer.