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La mayoría de los autores definen la puberfonía como un retraso en la muda vocal, estando presente este trastorno en aquellos individuos en los que se conserva una voz infantil propia de una etapa anterior, pese a haber superado el periodo de la pubertad.
Para hablar de un trastorno de la voz, será necesario antes definir la voz normal. Esta definición puede ser difícil de emplear, puesto que cada voz en cada etapa de la vida y según diferentes determinantes como el sexo, edad región o continente, entre otros, se surte de diferentes matices. La clasificación tradicional (y actualmente la más utilizada) divide a las disfonías en dos grandes grupos:
Según la alteración de la actividad vocal y como se compensa la voz, se pueden distinguir dos tipos de disfonías funcionales:
La muda vocal, el cambio en la pubertad
Se conoce como pubertad a aquel proceso biológico en que tienen lugar muchos hitos de cambios en el cual se desarrollan los caracteres sexuales primarios y secundarios en hombres y mujeres. Existen diferencias entre los desarrollos puberales entre ambos sexos, siendo la más obvia aquella que es principalmente temporal.
En la etapa de la pubertad ocurre la muda de la voz, la cual se acompaña de cambios hormonales, que conllevan transformaciones físicas y manifestaciones afectivas, psíquicas y sociales. En la adolescencia se abandona el tono de voz agudo por un tono más grave y aumenta la intensidad. Este pasaje se efectúa habitualmente por una adaptación morfológica de la laringe al desarrollo del organismo. En los dos sexos ocurre lo mismo, pero en el hombre es más evidente. Se presenta un rápido crecimiento de la laringe, así como un descenso de su posición en el cuello. Estos cambios anatómicos producen un descenso de la frecuencia o tono de la voz (F0).
Durante este momento, se produce una trasformación de la laringe infantil a una adulta, así como de las diversas estructuras implicadas en la fonación (la tráquea, los bronquios, los pulmones, el diafragma y las cavidades de resonancia, entre otras). Este período por lo general dura entre 6 a 18 meses. En este tiempo, aumentan las adaptaciones los cambios estructurales de los pliegues vocales, que traen consigo una voz bitonal, rasgada y de poca intensidad. Todo esto, provocado por la cantidad de desequilibrios existentes en el aparato fonador, al no existir un crecimiento armónico entre las estructuras. (Freer y Elorriaga, 2013)
También podemos considerar encontrar casos en los que la muda nunca se manifiesta, apareciendo sujetos con un cuerpo adulto, pero con un vestigio de su etapa infantil en forma de voz. Ante este tipo de situación hablamos de puberfonía.
La puberfonía
La mayoría de los autores definen la puberfonía como un retraso en la muda vocal, estando presente este trastorno en aquellos individuos en los que se conserva una voz infantil propia de una etapa anterior, pese a haber superado el periodo de la pubertad.
Acústicamente, este problema se basa en una F0 demasiado alta, emitida por un patrón de vocalización adulto. Así como una intensidad más baja de lo normal, un tono inestable, bloqueos en la emisión en forma de gallos y bitonal o diplofónica. Por otro lado, orgánicamente, en la exploración se puede observar una tensión excesiva producida por el sobreesfuerzo que pueden llegar a hacer estos sujetos para tratar de obtener una tonalidad acorde con su edad, así como una laringe elevada.
Siendo la muda vocal un proceso mucho más notable en varones, los casos en puberfonía en mujeres no han sido documentados hasta la fecha, pudiéndose llegar a entender a la puberfonía como una patología casi puramente propia del sexo masculino.
Al día de hoy todavía no se han descrito las causas que hacen que se llegue a esta situación, aunque se habla de factores ambientales, como la sobreprotección, la resistencia al cambio o un incorrecto feedback por parte del entorno. Por otro lado, encontraríamos una serie de factores físicos, tales como una mala retroalimentación auditiva o un crecimiento demasiado rápido en una etapa repleta de desequilibrios anatómicos que hace que algunas partes del cuerpo no se adapten a la misma velocidad, siendo estos los más aceptados por la comunidad científica que estudia esta patología. En cualquier caso, lo que se sabe es que en muchos casos existe un serio problema de autoestima que hace necesario un tratamiento psicológico paralelo. (Dinvile, 1996).
Referencias