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Si bien, existen diversas técnicas para incrementar la fluidez del habla, modificar la tartamudez, mejorar la calidad de vida de quien tartamudea y ayudarlo a confiar en sus habilidades como hablante, me atrevería a decir, que si no consideramos esta realidad “oculta” de los signos visibles del tartamudeo, nos encontramos muy lejos del éxito terapéutico.
Nos encontramos en Octubre, mes de la toma de conciencia sobre la Tartamudez… pero…¿Por qué tomar conciencia de esta forma de hablar? ¿Qué tiene de particular?
La tartamudez se manifiesta por la aparición involuntaria de disfluencias al hablar, lo que con el paso del tiempo va generando en quien tartamudea una necesidad de ganar control sobre estos espasmos; lamentablemente, el esforzarse por salir de estos momentos de tartamudez generan una exagerada tensión física y esfuerzo, manifestándose así los concomitantes físicos que encontramos en muchas personas que tartamudean.
Hoy quisiera hablar sobre la realidad que viven a diario las personas que tartamudean, una realidad en donde algo cotidiano como contestar el teléfono, decir el nombre propio o solicitar una visita médica, se transforma en una lucha permanente, desde que se abren los ojos al despertar hasta que se duerme, e incluso en sueños.
Ya en el año 1970, Sheehan daba cuenta de esta compleja problemática, basándose en un esquema, famoso hasta el día de hoy, graficando la tartamudez como un iceberg. En esta imagen, al igual que lo hacen los bloques de hielo en el mar, se aprecia en la superficie una pequeña porción del mismo. Él comparó los signos visibles de la tartamudez (repeticiones de palabras de una sílaba, repeticiones de sílabas y sonidos, prolongaciones de sonidos, bloqueos y movimientos corporales que suelen acompañar el tartamudeo) con la punta del iceberg que todos podemos observar. Sin embargo, oculto bajo el mar profundo, así como se esconde dentro de cada persona, podemos ver la totalidad de esta estructura que se compone de miedos, preocupaciones, creencias, baja autoestima, dolor, experiencias desagradables, impotencia, rabia, tristeza, frustración, vergüenza, en fin, un sinnúmero de pensamientos y emociones que subyacen al fenómeno del tartamudeo.
Estamos en el año 2018, y aún este modelo explicativo continúa vigente en el mundo clínico. Si bien, existen diversas técnicas para incrementar la fluidez del habla, modificar la tartamudez, mejorar la calidad de vida de quien tartamudea y ayudarlo a confiar en sus habilidades como hablante, me atrevería a decir, que si no consideramos esta realidad “oculta” de los signos visibles del tartamudeo, nos encontramos muy lejos del éxito terapéutico.
En este breve primer espacio de conversación sobre la tartamudez, los invito a ver un poco más allá de lo que vemos y escuchamos en las personas que tartamudean. Seamos conscientes de que esta forma de hablar no afecta el rendimiento intelectual de las personas, que sólo necesitan un poco más de tiempo para decir lo que piensan y que, por trivial y sencillo que nos pueda parecer el controlar el habla, no es fácil para quien tartamudea dejar de lado sus emociones y creencias cada vez que se enfrenta al complejo mundo de la comunicación.