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La tartamudez en la infancia (Parte II)

Las anticipaciones, a su vez, son para el que habla tentativas de solucionar el problema. Así al hablar, el niño sale del eje del deslizamiento de los sonidos, donde su atención esta en lo simbólico, para quedarse aprisionado en el eje de las forma lingüísticas. Allí la palabra pierde su valor simbólico y pasa a tener valor de
Silvia Friedman | 1/07/2005
Otro punto importante que nos enseña la lingüística es que sabemos hablar, pero no sabemos cómo lo hacemos. Es decir, las personas saben hablar pero no saben lo que hacen para hablar. Hablar es una acción automatizada e inconsciente. El que habla simplemente se desliza por la cadena de sonidos que caracterizan su idioma y forman las palabras, sin buscar concientemente éste o aquel sonido. La atención no está en los sonidos está en lo simbólico, en los sentimientos que uno quiere expresar. Las palabras se deslizan de modo inconsciente. Quien pone la atención en el sonido, pierde la dimensión de lo simbólico.

Ahora, tomemos como base las consideraciones de los tres párrafos anteriores, relacionémoslas con lo que hemos dicho en el comienzo del texto sobre los modos de reaccionar a la tartamudez desde el sentido común, para hacer un análisis de lo que puede resultar de la combinación de ambos. Ese análisis está apoyado en otra ciencia, la Psicología Social.

Al reaccionar al habla de un niño pidiéndole que hable despacio, con calma, etc., se está rechazando su modo natural y automático de hablar. Además, esta no aceptación se distingue de las correcciones que frecuente y necesariamente los adultos hacen a los modos de hablar de los niños, porque en ellas se corrige siempre alguna palabra en concreto o frase localizada en el discurso, en lo que ha sido dicho. De este modo el niño sabe donde esta el error y qué es lo que se espera que sea corregido. Entonces puede hacerlo. Al contrario, al decirle cosas como habla despacio, habla con calma, no se le muestra donde esta el error. Es como si el error estuviera en toda su habla. El niño no tiene cómo saber en que lugar debe hacer la corrección. Toda su habla está siendo rechazada.

Si ese tipo de relación de comunicación se presenta de manera consistente en la vida de un niño, como consecuencia, él empieza a temer a su manera espontánea de hablar. Empieza también a adivinar las palabras en que supone aparecerán problemas. De ese modo, el tartamudeo que era natural, empieza a tener un nuevo modo de funcionamiento al que llamamos tartamudez sufrimiento. Este nuevo modo se caracteriza por la sensación de miedo de hablar espontáneamente y por pensamientos de anticipación de ocurrencia de problemas para pronunciar aquello que todavía no ha sido pronunciado. Las anticipaciones, a su vez, son para el que habla tentativas de solucionar el problema. Así al hablar, el niño sale del eje del deslizamiento de los sonidos, donde su atención esta en lo simbólico, para quedarse aprisionado en el eje de las forma lingüísticas. Allí la palabra pierde su valor simbólico y pasa a tener valor de "cosa"; el sonido deja de estar en una cadena con otros sonidos que se deslizan automáticamente, inconscientemente y pasa a constituirse en un peligro insalvable. Entonces, los músculos que en otras múltiples ocasiones produjeron ese sonido, repentinamente no lo hacen más.

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