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¿Regañar o no regañar?

Cuando una persona regaña a otra, le está manifestando su disgusto por alguna acción o palabra. Entonces, cuando “regañamos” debe existir el propósito de que el niño sepa que realizó una conducta de forma equivocada. Hasta ahí el regaño; lo que sigue, debe ser el discurso que lo motive o impulse a  renovar su actuar por el correcto.

He ahí el dilema. Cuando convivimos, es involuntaria la necesidad de todo padre  por exhibir los avances en el desarrollo de sus hijos: -¡anda fulanito muéstrale a tu abuelita cómo cantaste en la escuela!- o -¡míralo como ya casi se para solito!-, etc. También es universal la pena que nos embarga alma y corazón cuando “se portan mal” y más fuera de casa. Entonces, al igual que naturalmente surge aquel orgullo de presumirlos, cuando desobedecen o no hacen caso o hacen cosas incorrectas o peligrosas para su edad, la inercia del regaño surge de inmediato. Cómo le hace Usted: ¿regaña, grita, le da un manazo, le habla 10 veces, lo ignora o le pega…?

 

Lo que haga, querida mama o papá, de todas maneras le va a generar aflicción y duda de sí está haciendo lo correcto con llamarle la atención a su pequeño, y más aún, también le va a generar arrepentimiento si pasado el drama, Usted se percibe como violento o agresivo en la forma física de la reprenda. A pesar de ello, debe hacerlo, sin duda. Hoy más que nunca resulta indispensable detenerse a identificar lo negativo de las conductas de nuestros pequeños, para determinar pensamientos y hábitos que las contrarresten y potenciar las conductas positivas a formas de ser de nuestros infantes; mañana jóvenes y más tarde adultos a cargo de las nuevas generaciones.

 

Un ejemplo de lo anterior, es el caso de la negativa del niño a comer cierto alimento, identificar su negativa y determinar la causa será indispensable, y aunque obligarlo a comerla es un acto responsable de los padres, la forma en la que esta “corrección de conducta” se realiza, es lo que difiere de resultados positivos o negativos. El niño deja el alimento en el plato en el mejor de los casos, si no es que lo avienta o escupe, que hace Usted: Lo ignora, le dice en tono de regaño que se lo coma, le ordena que se lo coma, le pide por favor que se lo coma, le explica que debe comérselo por su bien, lo amenaza para que se lo coma, le promete dulces para que lo coma, o lo engaña para que lo acepte... ¿Cómo saber cual es lo correcto o bien, lo que da mejores resultados, o lo que genera menor drama y culpa? ¿Qué hace en el momento? Después, puede que reflexione y piense que lo mejor era intentar que lo probara, o que debió darle desde más pequeño la coliflor, o que para la otra va intentar tal o cual cosa y, la otra, queridos padres, es nuevamente confusión y culpa.

 

Los problemas sociales a los que nos enfrentamos hoy día: violencia, confusión de valores, independencia mordaz y no colaborativa, adicciones, fracasos familiares, frustración económica, desinterés afectivo, depresión, bajo rendimiento escolar y laboral, patologías antiguas y nuevas, etc. Se gestan y pululan, dada la indiferencia y aceptación de las conductas humanas inadecuadas. La indiferencia de los padres al regaño o al reconocimiento, cuando es involuntaria, deriva de las

 

necesidades económicas y de realización profesional actual, que ubican a madres y padres en escenarios laborales que impiden la convivencia, reduciendo a mimos o a gritos, a pesar de las conductas, las horas restantes de la jornada diaria: – ¡Cómo voy a llegar a regañarlo, si no lo veo en todo el día! - me decía afligida una mamá. –Cuando llego a casa lo único que quiero es descansar, no oír quejas-. –Cuando llego de trabajar, llego a trabajar en la jornada de la casa y no puedo ponerles tanta atención, así que los consiento la mayoría del tiempo para que me dejen hacer mis cosas, les prendo la tele o les doy dulces, a veces ambos…- Estas son algunas de las respuestas que obtuve al preguntar a madres y padres de familia, respecto de cómo, cuándo y por qué regañaban a sus hijos.

 

Obviar una conducta inadecuada es igual a problemas presentes y futuros. Las personas en convivencia social debemos someternos a reglas que posibilitan que nuestro sentido humano permanezca y por ende nuestra raza. Sin embargo las fracturas que provoca el sistema económico al sistema social, generan que la conciencia de la sanidad y la libertad se disipen conforme se acceda o no a la información y al desarrollo. Es decir que hay sociedades que posibilitan que los padres ejerzan su labor con menor grado de intervenciones “regañisticas” (primer mundo) y otras, en las que hasta resultan indispensables para la sobrevivencia (tercer mundo). Analizar primero nuestra situación social y familiar nos permitirá especificar formas de regaño diario, que abonen al desarrollo y mejora en las conductas, salvaguardando la unión familiar y conservando la cohesión personal  del  infante,  que  es  la  conservación  de  conductas  positivas  como  rasgos  ya  de personalidad.

 

Primero, es necesario ubicar en la mente que el REGAÑO es una reprimenda, un apercibimiento, un sermón. Cuando una persona regaña a otra, le está manifestando su disgusto por alguna acción o palabra. Entonces, cuando “regañamos” debe existir el propósito de que el niño sepa que realizó una conducta de forma equivocada. Hasta ahí el regaño; lo que sigue, debe ser el discurso que lo motive o impulse a  renovar su actuar por el correcto. El colofón del regaño, para alivio de quien regaña y de quien es regañado, es exponer

la necesidad de vivir este encuentro que no es tan agradable al principio (cuando observamos la falta) pero que es necesario para que todo marche mejor en la familia. Lo anterior implica que el encuentro primero ríspido y tenso, se vuelva positivo y aleccionador,  para  que finalice  con una sensación  de emotividad y entusiasmo por ambas partes. Pero eso es un sueño, dado que en la cotidianidad la perspectiva de lo anterior se nubla ante la imposibilidad de disponer primero la mente y después  el  tiempo  para  llevarlo  a  cabo  con  la  metodología

correcta. Por lo que se hace necesario que los Padres practiquen diferentes formas de regaño hasta encontrar la más adecuada para su familia, con la práctica pasarán a la introyección de la conducta y al dominio, impidiendo así que sea la situación la que domine nuestra conducta y entonces, el regaño se vuelva atroz, dramático y dañino.

 

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