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El discurso es un término que se refiere al “producto verbal oral o escrito de un acto comunicativo y también ha sido concebido como una forma de uso del lenguaje, como un suceso de comunicación o como una interacción verbal” (Cabeza y Molero de Cabeza, 2007
A qué llamamos discurso
El discurso es un término que se refiere al “producto verbal oral o escrito de un acto comunicativo y también ha sido concebido como una forma de uso del lenguaje, como un suceso de comunicación o como una interacción verbal” (Cabeza y Molero de Cabeza, 2007, p.204). Para Fairclough (1992, citado por Schiffrin, 2002) este concepto desborda el uso del lenguaje y debe ser asumido mas bien como un tipo de práctica social. Estos elementos plantean una gran complejidad al tratar de comprender a qué llamamos discurso y cómo investigar o comprender el discurso que desplegamos diariamente en nuestras relaciones y acciones.
Bolívar (2007) plantea que el discurso puede ser visualizado en función de una serie de condiciones que lo definen, a saber: interacción social, cognición, historia, diálogo y acción. Cabeza y Molero de Cabeza (op. cit.) afirman que el discurso posee ciertas características imprescindibles de ser consideradas al momento de realizar el análisis, estas son: el contexto en el cual aparece, su propósito, su estructura interna, el tópico o tema, su modo de organización y sus funciones. Estos mismos autores proponen dos grandes componentes del discurso: “el primero es el semántico, que está referido a la información contenida en el discurso, es decir, a los significados que transmite a los lectores o receptores, lo que se dice (y no se dice o se calla) y la forma cómo se dice; el segundo componente es el pragmático, o interactivo porque tiene que ver con los participantes y con el con el contexto o situación en la que se produce el discurso” (op, cit, p.206) Van Dijk (1999) expone que el contexto es un modelo mental que un hablante ha construido, éste le permite el enlace entre lo general y lo específico, entre lo social y lo personal. Determinando la definición del propio contexto, relacionándolo con el establecimiento de las relaciones entre las estructuras lingüísticas y las situaciones sociales. De esta manera, la actividad metalingüística selecciona o construye la forma lingüística que permite una actuación ajustada a unos fines determinados previamente por el (los) hablante (s).
La elaboración textual se inicia desde el mismo momento en que se presenta la intención comunicativa del hablante, el cual comienza su construcción relacionando esta actividad con lo social. La coherencia se manifiesta a partir de la intención comunicativa del hablante, quien sigue un plan que se materializa a través de determinados mecanismos u operaciones donde encontramos la cohesión evidenciada en los recursos cohesivos que reflejan ese plan, los cuales deben ser procesados por el oyente o receptor.
Al analizar un acto de habla, se debe atender la dimensión textual y la dimensión contextual. Por tal razón, se deben integrar aspectos referidos a las formas, los significados y las funciones del discurso, con datos relacionados con los procesos que inciden en los mecanismos de producción y comprensión de los enunciados, teniendo en cuenta que el significado de un texto, depende de múltiples variables y además, de una información compartida entre los actores, donde lo que sabe cada uno de ellos con respecto al saber del otro, es determinante en la selección de la forma. Dicho de otra manera, el intercambio comunicativo no es casual, sigue un delicado programa social y cultural, regulado cognoscitivamente y determinado en gran manera por lo contextual.
Cabe destacar que en el marco de la interacción oral los hablantes construyen los textos con base a una actividad compartida. En la conversación cotidiana los interlocutores utilizan una serie de recursos lingüísticos y cognoscitivos que le permiten crear un acto de habla en el cual se logran, a pesar de la espontaneidad, objetivos predeterminados, para lo cual es necesaria la planificación, proceso que permite organizar, revisar y decidir qué, cuándo, cómo y con quién hablar.