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En algunas ocasiones nos hemos llegado a preguntar: ¿Qué le pasa a mi hijo que no rinde en los estudios? ¿Por qué no saca mejores notas, si es un chico inteligente?
Ante todas estas cuestiones, se ha de señalar que además del nivel intelectual hay otras variables, aspectos de su personalidad, el ambiente tanto familiar como social en el que ha crecido, la afectividad del mismo, su actividad, sus impulsos, emociones, etc…que influyen en su rendimiento educativo.
A veces los padres creemos que en la educación de nuestros hijos basta con atender a los aspectos intelectuales, los que son subsidiarios de la escuela, y podemos llegar a dejar de lado los motivacionales, temperamentales y ambientales, y la experiencia enseña que solo tratando todos estos aspectos como un todo es posible una educación integral de la persona.
La personalidad del niño, su temperamento, su capacidad para la acción y su motivación, son un conjunto de factores influyentes notablemente en su predisposición para los aprendizajes escolares. Estudiemos los ejemplos siguientes:
Antonio es un niño que cursa 3º de Primaria, su capacidad intelectual es normal, pero en sus calificaciones tiene siempre algunos suspensos, los padres han ido a hablar con el tutor de Antonio y éste les ha señalado lo siguiente:
Tutor: Antonio es un niño algo conflictivo y esto es una dificultad en sus aprendizajes, le gusta llamar la atención y no está atento en clase. En algunas ocasiones ha presentado comportamientos violentos con sus compañeros.
Entre los aspectos de la personalidad de Antonio podemos destacar que su afectividad esta algo alterada (entendiendo ésta como la experiencia del propio cambio que él vive en forma de agrado o desagrado) quiere llamar la atención, necesita ser tenido en cuenta, de alguna manera con su conducta esta reclamando una atención, unos cuidados de los que esta deficitario. Su falta de afecto reduce su autocontrol en clase. Este reclamo que realiza Antonio con su conducta es originaria de su familia, pero también de la escuela, por alguna razón los educadores no han tenido en cuenta la falta de afecto, cariño y necesidad de compresión que presentaba Antonio, no ha habido un clima cálido de acogida y afecto y esto se ha convertido en un obstáculo en sus aprendizajes escolares. Aquí podemos comprobar que una afectividad mal canalizada puede influir en sus resultados académicos.
Antonio necesita una valoración afectuosa de sus acciones cuando estas lo requieran, y tener una visión positiva de su conducta. Aquí se puede aplicar el postulado de una gran vigencia hoy día “ la cognición pasa por el filtro de la afectividad”
Los padres hemos de tener en cuenta que la educación de la afectividad es uno de los factores básicos del equilibrio y del bienestar emocional del niño. Cuando se produce una alteración en la afectividad, repercute en toda su persona, en su eficiencia intelectual, en sus actitudes y en su comportamiento.
Marcelo es un alumno que cursa 4ª de Primaria, es muy querido entre sus compañeros, pero sus resultados académicos no son buenos, sus padres han ido a hablar con la tutora y ésta les ha señalado:
Tutora: Marcelo es un alumno que le cuesta seguir las explicaciones de la clase, le cuesta aprender lo que se realiza en el aula, a la hora de realizar las actividades escolares presenta cierta apatía y desgana, en ocasiones esta disperso, como en su mundo, por eso sus calificaciones son bajas.
Si atendemos al temperamento de Marcelo, uno de sus aspectos más significativos es la falta de motivación por los aprendizajes escolares, su desgana y su apatía se han convertido en un obstáculo para su rendimiento académico.
Para que tenga lugar el aprendizaje es necesario contar con la motivación del sujeto que aprende, ésta es la desencadenante de los factores personales que incitan a la acción, hay una clara relación entre motivación y aprendizaje.
Según J. W. Atkinson la motivación a hacer cosas y hacerlas bien, se desarrolla en aquellos niños que desde una edad muy temprana tuvieron mayor independencia para hacer cosas solos y fueron alabados por hacerlo así. (No desarrollándose en niños que han estado sometidos a actitudes sopreprotectoras o de conducta rígida)
Los padres que desde pequeños proponen a sus hijos proyectos atractivos, tareas interesantes, de acuerdo con su momento evolutivo, consiguen aumentar la motivación de sus hijos. Se trata de proponer tareas que efectivamente puedan realizar y que tanto sus experiencias anteriores como las tareas que se le proponen al niño sean entendidas como positivas, que le reporten algún beneficio en concreto. Cuando un niño ha sido motivado en la realización de pequeñas tareas, éstas se han convertido en un estímulo desencadenante de la acción que repercutirá positivamente en sus aprendizajes posteriores.
Resumiendo podríamos decir que para dirigir la motivación del niño hacia la acción necesaria para la realización de las tareas escolares seria necesario:
1. Que el niño tenga cubierta sus necesidades básicas.
2. Que se le propongan tareas desde pequeño que puedan realizar realmente.
3. Que las tareas que se le propongan sean entendidas por el niño como positivas y gratificantes, es decir que le reporten algún beneficio concreto, como por ejemplo el sentirse contento y orgulloso consigo mismo y con los demás.
4. Que las tareas propuestas tengan siempre un refuerzo positivo por parte de los padres y adultos que acompañan al niño en su proceso de aprendizaje.
5. Y por último que los padres incorporen esta forma de actuar, de tratar la motivación, a su estilo de proceder en familia
Parece claro que cuando los padres son conscientes de las necesidades, de las limitaciones y de las peculiaridades que presentan sus hijos, encauzar la educación de los mismos resulta mucho más fácil. Si a esto le añadimos un ambiente familiar en armonía la educación de los hijos no debe presenta ningún conflicto.