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Si queremos aprender a escuchar debemos vivir de acuerdo a la “filosofía de la momentaneidad”, vivir de momento en momento, libre de prejuicios dice (J. Adoum, Mago Jefa en “Poderes”, 1995). Justamente, uno piensa que son los profesores (as) quienes deben enseñar a sus alumnos(as) la profunda significación del “saber escuchar”. Sin embargo, no hay ninguna asignatura que lo enseñe en la necesidad de refinar nuestros sentidos y conductas, nuestras formas de pensar, sentir y actuar.
En el mundo existen muchos tipos de “oradores” que asombran por su elocuencia, mas son pocas o escasa las “personas” que saben escuchar. Entre éstos tenemos a políticos, autoridades, conferencistas, predicadores, académicos, charlatanes, etc. Ocurre que cuando alguien escucha, no escucha porque su “ego” o “sí mismo” traduce todo lo que escucha a su propio lenguaje, es decir, a su propia idiosincrasia psicológica que conocemos como “criterio”, filtro o indicador de “no querer escuchar” ¿No se ha encontrado Ud. con esta actitud cuando asiste a una charla conferencia, e incluso, una simple clase. Saber escuchar implica, por el contrario, poner empatía para ponerse en la situación del otro(a). ¿Cómo podría alguien escuchar a otro si la falta de empatía le proyecta una especie de “conciencia dormida”. Como principio, aprender a escuchar implica desprenderse de actitudes egoicas (El Informador 1225).
En varios textos de autoayuda y de psicología trascendental se habla metafóricamente de aquello que significa “estar en casa” y no deambular por las calles, barrios, plazas, mercados y parques de nuestra “ciudad psicológica” que poseemos como persona humana: nuestro Ser siempre parece estar fuera de casa en tiempos actuales de pandemia. Entonces ¿cómo podremos ayudar, cuando alguien nos plantea un problema? Son nuestros egos los que se transformen en murallas para supuestamente ayudar u orientar, opacando la “conciencia de nuestro Ser” (aquella partes de nuestra dotación divina que nos permite crecer hacia el “bien”) en la que se basa la empatía. Son muchos los errores que cometemos cuando nos olvidamos de “sí mismo”. ¡Volverse receptivo al Ser es siempre fundamental! Nuestra personalidad debiera tornarse más pasiva y receptiva atendiendo a la “palabra que viene de lo Alto o centros superiores del Ser o de nuestra conciencia. Es lo que en poesía conocemos como ‘motivación” o simplemente “inspiración”.
Pues bien, cuando asistimos a una charla, conferencia, reunión, observamos que la audiencia puede demostrar a menudo estar muy atenta, más en el fondo psicológicos de cada asistente hay una especie de “secretario interior” que traduce cada palabra del orador. Es siempre nuestro “yo” y su trabajo consiste en malinterpretar, mal traducir, las palabras del orador o estar o no de acuerdo. Traduce segun sus prejuicios, recuerdos, temores, orgullo, ambiciones, ansiedades, ideas, etc. etc. Es nuestro Ego maquiavélico que no está dispuesto a aceptar lo “verdadero” o esencial. Cuando nuestra mente está condicionada por experiencias de cualquier tipo, ésta solo repite lo que tenemos acumulado de tantos ayeres: el Ego sólo puede ver el presente vía los lentes de turbios pasados (dice Ch.W. Leadbeater en “The Inner Life”, 1996). El entendimiento de la humanidad actual es similar a una vieja estructura mecánica incapaz de ser flexible. Así nos enfrascamos en múltiples normas rígidas, y, muchas veces, extemporáneas. Nos parecemos al “lobo estepario” de H. Hesse (1877-1962, escrito alemán) que nos plantea lo siguiente: quien no “escucha” se asemeja a un animal solitario que no se adecúa a las circunstancias; es un ser extraño y sombrío, inteligente y erudito: la educación puede convertirnos en lobos esteparios.
Si queremos aprender a escuchar debemos vivir de acuerdo a la “filosofía de la momentaneidad”, vivir de momento en momento, libre de prejuicios dice (J. Adoum, Mago Jefa en “Poderes”, 1995). Justamente, uno piensa que son los profesores (as) quienes deben enseñar a sus alumnos(as) la profunda significación del “saber escuchar”. Sin embargo, no hay ninguna asignatura que lo enseñe en la necesidad de refinar nuestros sentidos y conductas, nuestras formas de pensar, sentir y actuar. De nada sirve tener una gran cultura académica si no sabemos escuchar ni el dinero que podemos manejar o de descubrir lo nuevo de momento en momento. Para ello necesitamos refinar nuestra atención, modales, y nuestra formar de ser. Una mente tosca, ruda, tozuda jamás puede aprender a escuchar; sólo comprenden, en forma equivocada, las traducciones de ese “secretario satánico” llamado Yo, mi mismo o simplemente Ego. Conocido en otras áreas del conocimiento como la actitud del “lobo estepario” (agnóstico, no sabe ver lo nuevo, no sabe escuchar y siempre condicionado por el amor propio; se quieren demasiado, observadores siniestros). Muchos de estos lobos los podemos observar hoy en toda actividad humana. Sólo la educación fundamental (EF) enseña a “vivir sabiamente” (El Informador 972). De nada sirve permanecer 40 años en el mundo intelectual académico si internamente nos tornamos narcisistas en nuestros pensamientos, formas de sentir y formas de actuar en los escenarios de la vida: seguimos llenos de sí mismos.
Recordemos un poco al Maestro Jesús y su nacimiento: cuando sus padres concurrieron al empadronamiento ordenado por Herodes, no encontraron lugar y se fueron a un establo. No había un lugar vacío, todo ocupado. Ese establo significa nuestra “taberna interior” que se niega recibir la “Palabra” pues todo está ocupado por los egos que en nuestro interior cargamos. No olvidemos cuando el tentador le dijo “Todos estos reino del mundo te los entregaré si te arrodillas y me adoras” (he allí la tentación). En el Budismo se llaman las “escudillas de Buddha” que en el escuchar deben estar siempre hacia arriba (posición espiritualmente receptiva), nunca hacia abajo que es lo que ocurre más en estos tiempo (también visto en la historia de la humanidad). Mas en tanto estemos llenos de “sí mismos” ¿cómo podríamos escuchar lo que viene de los Altos. ¿Cómo podríamos aprender a escuchar desde un punto de vista psicológico profundo? Saber escuchar físicamente es fácil, lo hacemos todos los días, pero psicológicamente (con nuestra interioridad) resulta complicado. El estilo búddhico implica tener las escudillas del alma hacia arriba. Quienes están llenos de orgullos, teorías, auto-suficiencia, etc. jamás podrán estar dispuestos a “escuchar”. Tenemos que reconocer nuestra “nadidad” o “miseria interior” a pesar de todo lo que poseemos, y disponernos a escuchar. Es lo que debiera ocurrir hoy en el mundo político, económico y educacional. A propósito, ¿recuerda Ud la tentación de Jesús en el desierto? Se le pedía que pusiera las escudillas hacia abajo para escuchar las cosas externas. Pero sabemos que el Nazareno estaba siempre alerta y vigilantes como “vigía en tiempos de guerra”, “no tentará al Señor tu Dios” respondió, siempre aguardando los mensajes de lo Alto.
Por medio de una “pedagogía de la palabra, ¿se puede aprender a escuchar?
Para ello se hace necesario un equilibrio pleno entre el Saber y el Comprender, o entre el Conocimiento y el Ser. Una cosa es “escuchar” y otra es “hablar”. Educar la palabra es muy conveniente donde se hace indispensable “saber escuchar” para poder conformar una “Ciencia de Escuchar” donde quede afuera aquello de negacionismo, (Trump y Bolsonaro, etc), la desconfianza, el doble standard, el pensamiento del Alcalde de la pergola, “las formas de hablar delatan al verdugo” decía R. Steiner, el padre de la antroposofía Verba volant, scripta manet.