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Los últimos avances de la neurociencia del desarrollo social ya se han materializado en métodos experimentales que permiten identificar marcadores del trastorno, antes de la aparición franca de los síntomas y mucho antes de que los especialistas puedan diagnosticarlo con fiabilidad.
La recuperación, aparente o real, se podría explicar por un diagnóstico inicial incorrecto o inexacto, por la intervención terapéutica o por el patrón evolutivo vinculado a la maduración cerebral.
La enorme heterogeneidad sintomática que presentan las personas con TEA también se refleja en el lenguaje y la comunicación. La mayor parte de los autores coinciden en que, en el desarrollo típico, existe una clara continuidad entre la comunicación preverbal y la comunicación verbal, y que los niños preverbales constantemente desarrollan aptitudes y construyen esquemas comunicativos que son fundamentales para el posterior desarrollo del lenguaje. Algunos de estos aspectos son la regulación temporal del intercambio social, las pautas de atención y acción conjunta, la expresión facial, las miradas de referencia conjunta y los primeros gestos, principalmente el gesto de señalar. Muchos de los niños pequeños con autismo que acuden a consulta de evaluación por primera vez no presentan la conducta de señalar y si está es para pedir y no para compartir. Los niños con TEA muestran dificultades en la adquisición de las primeras etapas del lenguaje dentro del período crítico natural.
Las semejanzas en las características del lenguaje entre los niños con autismo y los niños con trastornos específicos del lenguaje receptivo son evidentes.
Se han realizado diferentes estudios comparativos del funcionamiento en comunicación y lenguaje en los niños con TEA y los niños con TEL.
Algunos autores defienden la hipótesis de que la atención conjunta se relaciona con el desarrollo del juego, las respuestas emocionales más complejas y las habilidades de relación. Así mismo, se ha planteado que el desarrollo de capacidades de atención conjunta resulta un hito importante para el posterior desarrollo del lenguaje. Al comparar estos aspectos entre ambos grupos, los niños con autismo presentan menor atención dirigida hacia objetos y hacia el adulto que los niños con TEL.
En relación al uso de símbolos, los niños con autismo muestran menor uso de vocalizaciones para expresar intenciones en etapas tempranas del desarrollo del lenguaje, cuando se comparan con niños con TEL.
Del mismo modo, los niños con autismo no utilizan otros gestos simbólicos convencionales (señalar, saludar con la mano, negar con la cabeza, etc.), a diferencia de los niños con TEL. Además, los niños con autismo no suelen compensar la ausencia de lenguaje con otras modalidades de comunicación no verbal, como los gestos.
En relación al juego, las diferencias aparecen en juego simbólico, aspecto este último cualitativamente alterado en el autismo. La literatura ha señalado con frecuencia la estrecha relación existente entre las capacidades de juego simbólico y las de lenguaje receptivo y expresivo.
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AUTISMO |
TEL |
ATENCION CONJUNTA |
MENOR ATENCION DIRIGIDA A LOS OBJETOS Y PERSONAS |
MEJOR ATENCION DIRIGIDA A OBJETOS Y PERSONAS |
SONIDOS INTENCIONALES |
MENOR USO DE VOCALIZACIONES EN ETAPAS TEMPRANAS |
MAYOR USO DE VOCALIZACIONES |
GESTOS |
ESCASOS O NULOS GESTOS SIMBOLICOS CONVENCIONALES |
PRESENCIA DE GESTOS SIMBOLICOS |
JUEGO SIMBOLICO |
ALTERADO |
NO PRESENTA ALTERACIONES |
Se sabe que puede haber casos de trastornos que afectan especialmente a la estructura del lenguaje, otros que se manifiesten principalmente en el uso del lenguaje, mientras que también puede haber casos de TEL con funcionamiento deficitario, en mayor o menor grado, tanto en la estructura como en el uso. Por tanto, en función de los resultados de distintas investigaciones y de las sugerencias extraídas de los mismos, el trastorno semántico-pragmático o trastorno pragmático del lenguaje sería un tipo de TEL en el que las principales dificultades lingüísticas estarían referidas a las dimensiones de contenido y uso comunicativo del lenguaje.
La evidencia de la que disponemos en la actualidad sugiere que se pueden delimitar áreas de fuerzas y debilidades de las distintas dimensiones del lenguaje en diferentes condiciones clínicas.
Se ha documentado igualmente el alto riesgo de autismo entre hermanos de individuos con TEL. Parece existir un solapamiento entre los perfiles lingüísticos del TEL y del autismo, que puede tener importantes implicaciones teóricas y abrir nuevos ámbitos de investigación; en definitiva, es probable que los fenotipos del autismo, del TEL y de otras patologías que afectan al lenguaje nos conduzcan a la búsqueda de un posible genotipo común y compartido entre ellas.
El TEL es un trastorno ‘específico’ del desarrollo, esto es, que afecta a un único dominio, en este caso al lingüístico.
Si el perfil lingüístico del autismo y del TEL es el mismo o diferente ocupa gran parte del interés investigador actual, aunque parece claro que el trastorno lingüístico central en el autismo es de tipo pragmático, siendo más variables los trastornos que afectan al plano formal del lenguaje, todo lo contrario a los que sucede en el TEL.
Ante la imposibilidad de un diagnóstico temprano certero en los casos limítrofes, algunos neurólogos plantean a los padres la necesidad de esperar un tiempo sin derivar a tratamientos diferenciales.
Pero en realidad, se puede aclarar esta situación pues las hipótesis diagnosticas a temprana edad, son dinámicas, no estáticas, por lo menos durante los primeros años de vida. Estas hipótesis se van reduciendo conforme veamos el desarrollo. Ahora, por motivos estratégicos se aconseja casi siempre partir de la peor de ellas y diseñar el tratamiento siguiendo ésta. En ningún caso
se pretende dilatar el inicio del tratamiento logopédico: los primeros años son claves para la formación de la mente y esperar, puede significar que empecemos tarde a intentar modificar lo que más temprano era más fácil de lograr. Además, el establecimiento de un diagnóstico diferencial no es nunca una condición para empezar un programa de estimulación ya que los programas son fundamentalmente sintomatológicos y no etiológicos: no enfocamos las causas sino en las consecuencias.
El autismo es un trastorno del neurodesarrollo de origen genético de alta prevalencia y de efectos permanentes y potencialmente desvastadores, cuyos síntomas conductuales aparecen en los dos primeros años de vida.
A pesar de los datos que indican que el diagnóstico y tratamiento precoz pueden mejorar sustancialmente el desenlace, la edad de diagnóstico es todavía tardía, circunstancia que impide aprovechar la oportunidad que brinda la neuroplasticidad propia de los dos primeros años de vida. Rebajar la edad del diagnóstico para facilitar a los niños con condiciones del espectro autista el acceso al tratamiento precoz, se ha convertido en una de las principales prioridades de la investigación en este campo.
Se han considerado tres razones para el desacuerdo en relación con el diagnóstico del autismo: utilización de distintos criterios de diagnóstico, subjetividad de los síntomas utilizados como criterios de diagnóstico y cambios en el cuadro clínico con la edad. Virtualmente todo síntoma característico del autismo puede ser observado en niños que no encajan en esta categoría de diagnóstico.
Los últimos avances de la neurociencia del desarrollo social ya se han materializado en métodos experimentales que permiten identificar marcadores del trastorno, antes de la aparición franca de los síntomas y mucho antes de que los especialistas puedan diagnosticarlo con fiabilidad.
¿Cuál es el error que se puede cometer con más frecuencia entre los fonoaudiólogos?
-Centrar la atención en aspectos superficiales del lenguaje, tales como la ortofonía.
Incluso cuando no tenemos problemas pragmáticos, sino de código, deben abordarse factores menos superficiales.
-Pensar que el tratamiento está esencialmente en manos de los especialistas cuando en realidad lo que debemos modificar en primer lugar es el entorno de los niños, tanto el entorno familiar como el escolar, no porque sean ellos los “culpables” del trastorno sino porque es en esos entornos donde el niño debe aprender a crecer, relacionarse y adquirir conocimientos. Los especialistas sólo somos intermediarios provisionales.
Entre la disfasia, autismo y Síndrome Semántico-Pragmático hay diferencias en cuanto a los criterios de abordaje terapéutico, pues en el primer caso se centra la atención en el propio código verbal (a distinto nivel según el tipo de disfasia).
En el autismo y en el T.P.L. hay un tratamiento común, básicamente de la comunicación. Si existe ya un primer lenguaje, lo que se intenta desarrollar son las habilidades para adecuar el lenguaje a la situación comunicativa: cuándo hablar, cuándo no hablar, qué decir en las distintas situaciones, interesarse por lo que piensan o sienten los demás.
El gusto por comunicarse no se enseña, aunque en algunos casos se puede dar como resultado del aprendizaje anterior. Esto es bastante curioso, porque lo natural es que primero esté la intención y luego aparezca el lenguaje como herramienta.
En muchos autistas o niños con el Síndrome Pragmático-Semántico tenemos la impresión de que primero aprenden el código y las reglas de uso pragmático y luego surge poco a poco una mayor intención comunicativa y hasta el placer de comunicarse con los demás. En este caso, la interpretación es que esta función, en realidad, no estaba realmente afectada de manera directa, sino que su desarrollo se vio impedido por las dificultades de comprensión de los códigos verbales y no verbales que los demás utilizan: a partir de una cierta “masa crítica” de habilidades aprendidas y aplicadas en entornos naturales, parece que emerge entonces ese “instinto del lenguaje”.
LA FAMILIA Y EL AUTISMO
La función de los padres es básica, todo nuestro proyecto de trabajo consiste en entrenar a los padres para lograr los cambios necesarios en la interacción del niño con los demás. El terapeuta ocupa un espacio muy limitado del tiempo del niño.
La situación ideal sería la de un terapeuta de tiempo completo para un niño, varias horas al día, puesto que son varias las horas al día que un niño está en contacto con el lenguaje. Un niño sin trastornos aprende todas esas horas.
Como esto es imposible, se debe entrenar a los padres para que hagan cambios en su modo de interactuar comunicativamente con el niño, cambios que son funcionales y deben responder al problema específico de su hijo o hija.
Referencias
- Josep Artigas-Pallares, Isabel Paula-Pérez. Autismos que se curan (2016).
- Fga. Benavidez y otras. Neurolingüística Infantil. Universidad Austral (2016)
Intervención lingüística en niños con TEA pequeños.
- Marc Monfort .Intervención en los trastornos léxicos y morfológicos.(2006)
- .Marc Monfort. Adoración Suarez Sánchez Isabelle Monfort Juárez. Niños con
Trastorno pragmáticos del lenguaje y de la comunicación (2004)
- Juan Martos-Pérez, Raquel Ayuda-Pascual y otros. Autismo y cociente
intelectual. (2018).