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A pesar de los grandes avances en el conocimiento de los TEA, aún quedan muchas cuestiones por resolver. Actualmente el reto consiste en dar coherencia a los hallazgos encontrados en los distintos ámbitos, pero hoy por hoy nos enfrentamos a un fenómeno complejo; sin embargo, un factor fundamental es la inclusión de niños autistas a escuelas regulares.
Los trastornos del espectro autista (TEA) son trastornos de origen biológico que afectan el neurodesarrollo y que van a producir variaciones en la construcción de los procesos psicológicos superiores.
A pesar de los grandes avances en el conocimiento de los TEA, aún quedan muchas cuestiones por resolver. Actualmente el reto consiste en dar coherencia a los hallazgos encontrados en los distintos ámbitos, pero hoy por hoy nos enfrentamos a un fenómeno complejo; sin embargo, un factor fundamental es la inclusión de niños autistas a escuelas regulares.
Al decir trastornos del espectro autista (TEA), nos referimos al grupo de discapacidades del desarrollo que pueden causar problemas significativos de socialización, comunicación y conducta.
Al observar a un niño con TEA, quizás el aspecto más característico es la sensación de aislamiento. Podemos encontrar personas con una aparente desconexión del medio social y una marcada preferencia por la soledad, pero también hallamos personas que, aún con un claro deseo de relacionarse con los demás, carecen de las habilidades necesarias para hacerlo.
Las alteraciones en el ámbito social están presentes desde momentos tempranos; entre los marcadores conductuales se incluyen aspectos como el contacto ocular, orientación al nombre, imitación, sonrisa o interés social y afecto. Sin embargo, la manifestación en los déficits sociales cambia con el tiempo: los niños pequeños tienen problemas más severos en el desarrollo social, mientras que los niños mayores muestran problemas más específicos, generalmente relativos a las relaciones con iguales (Howlin, 1986). Algunos adolescentes y adultos establecen relaciones sociales basadas en sus centros de interés.
Frecuentemente, ante la ausencia de respuesta al nombre o a las indicaciones, los padres sospechan de alguna dificultad auditiva, así pues, las primeras señales que llevan a los padres a sospechar de la existencia de algún problema tiene que ver con el desarrollo comunicativo y lingüístico. Todas las personas con TEA muestran alteraciones en la comunicación y el lenguaje. Referente a la comunicación no verbal muestran dificultades expresivas y comprensivas en aspectos que regulan la interacción social, tales como el uso adecuado de la mirada, el uso de gestos, sonrisa, etc. En lo relativo al lenguaje, presentan retraso en la adquisición del lenguaje expresivo o incluso una ausencia total del mismo, y las personas que llegan a adquirir un lenguaje verbal presentan limitaciones en su uso, predominando las formas imperativas sobre las declarativas, así como importantes limitaciones en las competencias de conversación y discurso (Rivière, 1997).
El lenguaje de las personas con TEA es ecolálico, usan la inversión pronominal y utilizan neologismos; en ocasiones su habla presenta un ineficaz manejo de los patrones entonativos, por lo que pueden parecer “robots” al hablar.
Otra área característica del TEA es la adhesión a patrones repetitivos de conducta que engloban una serie de manifestaciones de distinto tipo, pero que tienen en común la rigidez y la escasa funcionalidad. Además, encontramos conductas autolesivas, así como rituales y rutinas que cambian con la edad.
Aparecen también trastornos de ansiedad debido a sus dificultades para comprender el entorno (Deprey y Ozonoff, 2009). Los trastornos depresivos son frecuentes en personas con TEA y se manifiestan con la aparición o el empeoramiento de conductas agresivas, agitación, autolesiones, aumento de conductas compulsivas, hipoactividad, trastornos del sueño, irritabilidad y pérdida del control de esfínteres (Deprey y Ozonoff, 2009).