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Según Larson y Gillman (1999) los padres a la hora de educar a sus hijos deben mostrar un compromiso sin interferencias, una preocupación sin restricciones.
Según Larson y Gillman (1999) los padres a la hora de educar a sus hijos deben mostrar un compromiso sin interferencias, una preocupación sin restricciones. La intromisión psicológica, cuando los padres no solo están al tanto de donde se encuentra su hijo sino que además lo hacen sentir ansioso y culpable, influye de manera negativa haciendo infeliz al adolescente y que algunas veces se rebele. (Berger, 2004).
Por ende, el mismo control parental puede ser perjudicial cuando, en lugar de mostrar una intima relación con el adolescente, indique un estilo parental duro y desconfiado (Berger, 2004).
Según Chattás (2004) la crianza contiene una serie de tareas complejas que practicándolas por separado y conjuntamente ejerce influencia en el desarrollo del joven y en su forma de relacionarse con el mundo. En ciertos casos se puntualizan conductas particulares de los padres, como lo son los castigos corporales o la dificultad de establecer límites; pero ninguna conducta aislada determina un estilo particular de crianza, sino que es el conjunto total de las actitudes de los padres, mantenidas a lo largo del tiempo lo que define el tipo de crianza.
De acuerdo a Baumrind (1967), se puede observar que los padres a la hora de educar a sus hijos difieren en cuatro dimensiones significativas, las cuales son: las expresiones de cariño, que se explayan desde los más afectuosos hasta los más fríos; las habilidades para aplicar disciplina, que implican la explicación, la persuasión, la crítica y/o el castigo físico; la eficacia de la comunicación, que puede ser desde escuchar respetuosamente hasta la petición de silencio; y por último, las expectativas de madurez, que exigen mucho compromiso y control de sí mismo. (Berger, 2004).
Cuatro estilos principales de crianza de los hijos (democrático, autoritario, permisivo e indiferente) ofrecen un resumen importante de un conjunto de comportamientos de los padres que se han caracterizado como conductas que implican calidez, exigencia y otorgamiento de autonomía. (Rodríguez, Donovick y Crowley, 2009). Cada uno refleja aquellos que se pueden hallar en las distintas familias como resultado de las prácticas, valores y comportamiento parental. (Chattás, 2004).
Siempre hay una pequeña proporción de padres que solamente sabe educar practicando el autoritarismo y que no sabe aceptar el disenso. Y en el polo opuesto, se encuentran los que no son capaces de poner ningún tipo de límites y manifiestan una pobre paternidad, basada en la indiferencia. Estas posturas impulsan a que los hijos adolescentes opten por comportamientos en extremo agresivos, rebeldes y antisociales. (Rossi, 1997).
Todos estos tipos parentales pueden tener variantes según predominen algunas de sus características. Por lo general, no se encuentran en un estado puro, sino que existen con componentes de otros estilos de crianza, pero siempre predomina alguno. (Chattás, 2004).
En su mayoría las relaciones entre padres e hijos adolescentes brindan apoyo durante ésta etapa de la vida, por ende es importante, ya que el vínculo familiar lleva a un funcionamiento psicológico positivo. (Berger, 2004). A pesar de los conflictos, los adolescentes en su mayoría se sienten próximos y con una actitud positiva hacia sus padres, poseen valores similares acerca de las dificultades principales y valoran la aprobación de éstos (Papalia, 1993).