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Cuando un niño presenta alteraciones fonológicas en su lenguaje y se encuentra en el proceso de aprendizaje de la lectura y de la escritura, los fonemas que omite, sustituye, inserta o distorsiona puede que se vean reflejados gráficamente a la hora de escribir
CONCLUSIONES
Las escuelas juegan un papel clave en el desarrollo de la competencia comunicativa, al ser generadoras, facilitadoras e incluso inhibidoras, tanto del lenguaje escrito como del oral, aun cuando a este último no se le ha dado en la práctica la importancia que merece, sobre todo en los primeros años de la educación primaria, cuando ejerce gran influencia en la enseñanza del lenguaje escrito, al cual se le considera como un aprendizaje indispensable para todo individuo, siempre y cuando su proceso se consolide, pues así podrá leer y escribir de manera eficaz.
Para que el lenguaje oral cumpla adecuadamente con su función de impulsar el aprendizaje lecto-escrito, se hace necesario que su propio proceso se encuentre consolidado en los cuatro componentes del lenguaje; sin embargo, es posible que, específicamente, para la conversión grafema-fonema sea el componente fonológico el de mayor importancia a considerar.
Cuando un niño presenta alteraciones fonológicas en su lenguaje y se encuentra en el proceso de aprendizaje de la lectura y de la escritura, los fonemas que omite, sustituye, inserta o distorsiona puede que se vean reflejados gráficamente a la hora de escribir.
Los docentes de grupo del primer ciclo de educación primaria son, en el ambiente escolar, los que tienen mayor oportunidad de detectar dificultades en el habla del niño, así como de notar la existencia de fallas durante el proceso del aprendizaje de la lecto-escritura; teniendo en sus manos la posibilidad de intervenir tanto directa como indirectamente para la superación de las dificultades en el habla del niño, directamente trabajando en los fonemas detectados con dificultades y tomando medidas para apoyar al niño a que consolide el proceso de la lecto-escritura e indirectamente, canalizando al niño con especialistas en el lenguaje y/o haciéndole la observación pertinente a los padres de familia.
Ahora bien, para evitar consecuencias futuras, lo ideal es que los docentes de educación preescolar detecten las fallas de pronunciación en sus alumnos, específicamente a su ingreso al tercer grado de ese nivel educativo, con el fin de que, al cursar ese ciclo escolar el niño tenga la oportunidad de ser intervenido por el especialista en lenguaje y pueda superar sus dislalias antes de ingresar a primer grado de educación primaria.
Debido al contacto diario que se produce entre el docente y el niño, no hay duda alguna de que el docente detecta las fallas articulatorias del niño y se encuentra consiente de las repercusiones que éstas podrían ocasionarle, tanto social como educativamente.
Si a consecuencia de la no intervención de las dificultades en el habla, no se consolida la lecto-escritura del niño, las pérdidas en el aspecto educativo serán cuantiosas, pues cientos de niños y niñas habrán de egresar de la educación básica sin haber consolidado su competencia comunicativa, fundamental para el desenvolvimiento personal, social e intelectual del individuo.
Referencias