Los resultados obtenidos muestran el empleo de distintos tipos de reparaciones conversacionales. En las conversaciones analizadas se presentaron reparaciones indirectas, utilizadas por el interlocutor sano como un medio para mantener la coherencia global del discurso. Además ambos hablantes emplearon auto-reparaciones y hetero-reparaciones con el fin de resolver las dificultades en la cohesión discursiva. En general la actividad la persona fue menor que la del interlocutor.
Texto y Contexto: elementos fundamentales de la conversación
La lingüística del discurso es la disciplina que se encarga de la descripción y explicación de las relaciones internas y externas de los distintos aspectos de las formas de comunicación y uso de una lengua (van Dijk, 1999). Su interés se define con base en la explicación de los hechos del lenguaje a partir de las relaciones entre texto y contexto. Esta tarea la hace eminentemente interdisciplinaria, de allí el beneficio que para la medicina y la fonoaudiología ha representado el interés de lingüistas, sociólogos y antropólogos en estudiar el discurso de las personas afectadas de alguna condición patológica como las demencias o las afasias.
El texto es definido como producto de la actividad lingüística; es decir, como el producto de la actividad de los sujetos al comunicarse: la producción oral, la escrita y la gestual. El contexto se define como el conjunto de condiciones que deben ser consideradas para analizar las relaciones existentes entre la actividad lingüística y la actividad social propiamente dicha. Para analizar este concepto es necesario delimitar dos tipos de contexto: el social y el psicológico. El primero se refiere “a la relación que puede existir entre los participantes del acto de habla o evento comunicativo. El contexto psicológico, se relaciona con la serie de suposiciones que el emisor intuye como propias de su interlocutor: verbigracia, los conocimientos previos sobre el tema tratado y su vinculación con los significantes propuestos” (Barrera Linares y Fraca de Barrera, 1999, p. 21).
Cada hablante construye el texto atendiendo al conocimiento que posee sobre su lengua y sobre el contexto, el cual le brinda la información necesaria para organizar o estructurar su texto y hacerlo adecuado y suficiente para el logro de sus objetivos comunicacionales. Es decir, la actividad cognoscitiva es fundamental para el proceso de construcción contextual. En este proceso las relaciones previas de los hablantes son determinantes, pues ellas brindan un conocimiento compartido que lleva a seleccionar el tema, la forma lingüística y todo lo relacionado con lo paralingüístico. Los hablantes al conocerse y reconocerse como parte de un marco cultural determinado y compartir una historia de vida, conocen y comparten un marco contextual que influye en la conversación.
La actividad que permite la reflexión sobre el lenguaje y sus usos lleva a los hablantes al monitoreo y planeamiento de sus métodos de procesamiento lingüístico y hace posible la elaboración del texto con base a la habilidad u operación metatextual. Esta envuelve el control voluntario de la comprensión y producción para el ordenamiento de enunciados en unidades lingüísticas más completas (Gombert 1992).
Por ello, coherencia y cohesión son elementos que se relacionan para integrar un texto. La coherencia se manifiesta en la interpretación de un texto por un interlocutor, de acuerdo con la visión consistente del mundo o mejor dicho, de acuerdo con un campo semántico compartido, que permite identificar e interpretar los nexos o vínculos entre las oraciones o proposiciones que conforman un determinado texto. La cohesión por su parte, está representada por los vínculos o conexiones en la superficie del texto. Es decir, los mecanismos que la lengua posee para permitir dar cuenta o concretar la coherencia; tales mecanismos son llamados recursos cohesivos o fenómenos de cohesión.
Van Dijk (1999) expone que el contexto es un modelo mental que un hablante ha construido, éste le permite el enlace entre lo general y lo específico, entre lo social y lo personal. Determinando la definición del propio contexto y “el establecimiento de las relaciones entre las estructuras lingüísticas y las situaciones sociales” (op. cit. p.35). De esta manera, la actividad metalingüística selecciona o construye la forma lingüística que permite una actuación ajustada a unos fines determinados previamente por el (los) hablante (s).
La elaboración textual se inicia desde el mismo momento en que se presenta la intención comunicativa del hablante, el cual comienza su construcción relacionando esta actividad con lo social. La coherencia se manifiesta a partir de la intención comunicativa del hablante, quien sigue un plan que se materializa a través de determinados mecanismos u operaciones donde encontramos la cohesión evidenciada en los recursos cohesivos que reflejan ese plan, los cuales deben ser procesados por el oyente o receptor.
Al analizar un acto de habla, se debe atender la dimensión textual y la dimensión contextual. Por tal razón, se deben integrar aspectos referidos a las formas, los significados y las funciones del discurso, con datos relacionados con los procesos que inciden en los mecanismos de producción y comprensión de los enunciados, teniendo en cuenta que el significado de un texto, depende de múltiples variables y además, de una información compartida entre los actores, donde lo que sabe cada uno de ellos con respecto al saber del otro, es determinante en la selección de la forma. Dicho de otra manera, el intercambio comunicativo no es casual, sigue un delicado programa social y cultural, regulado cognoscitivamente y determinado en gran manera por lo contextual.