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Una respuesta al multiculturalismo en EEUU (parte VI)

Tanto en Lynwood como en otros distritos hemos encontrado maestros que son verdaderos educadores, que mantienen esas ganas de cambio, ese deseo de renovación, de formar personas con capacidad crítica ante todo lo que les rodea. Debemos mantener ese espacio para la utopía y la esperanza, debemos creer en ella.
6. Un espacio para la esperanza

Nos ha resultado muy sencillo entrar y ver qué sucede en cada clase, cómo trabajan, cuáles son los problemas, ya que las aulas se consideran espacios abiertos. Suele haber padres ayudando, lo que denominan aquí "voluntarios", puede entrar la directora en cualquier momento, así como profesores o responsables de algún programa. Las clases no son el espacio restringido propiedad del profesor, como sucede en Espana, sino que suelen entrar en ellas muchas otras personas. Así pues, ésto nos ha permitido percibir lo que acontece en la clase, en el recreo, en el día a día de la escuela.

Tal vez Aldus Hukley, cuando escribió "el mundo feliz", percibió el tipo de educación que se iba a llevar a cabo en el futuro en las naciones más desarrolladas sobre todo para los estratos de población más desfavorecidos. Una educación pensada ya sin ningún tipo de reparo para domesticar y adaptar a la sociedad a los futuros usuarios de ella. Una de las metas del distrito de Lynwood para todas sus escuelas descansa en el "compromiso de aspirar a un aprendizaje de toda la vida y a ser miembros productivos de la sociedad" u otra dice con claridad que "los alumnos se dedicarán a obtener las habilidades y conocimientos requeridos para aspirar a una educación superior y para funcionar efectivamente en el mundo de los negocios".

Hemos hablado de una escuela donde la directora es una profesional competente, trabajadora, que tiene todo el colegio en su cabeza, que atiende al profesorado nuevo con delicadeza, que le apoya, que busca la colaboración de los maestros, con unas dotes de relaciones personales y una experiencia fuera de toda duda. Por lo tanto, la crítica que puede vislumbrarse en este reportaje no queremos que se aprecie como una crítica dirigida a la dirección del centro, sino más bien hacia aquellas ideologías, estructuras y mitos que ayudan a reproducir nuestra propia cultura.

Tal vez a la escuela no le queda otra posibilidad que ser la correa transmisora de la sociedad, que institucionalizar las desigualdades existentes. Estamos convencidos de que la escuela no puede cambiar la sociedad, pero asimismo también estamos seguros de que puede iniciar caminos para desarrollar y mejorar las expectativas de los alumnos de ambientes desfavorecidos. Y, desde luego, puede crear ambientes agradables en los que se sientan sientan bien y puedan recibir la verdadera respuesta a sus necesidades.

Así, pensamos que el educador debe mantener en su fuero interno un espacio para la utopía que deje un margen a la esperanza. Si ya no nos queda la ilusión por entender la educación como un proceso de cambio, de renovación, que tiene posibilidad de intervenir en la personalidad de cada nino, el mundo no tiene futuro. Tanto en Lynwood como en otros distritos hemos encontrado maestros que son verdaderos educadores, que mantienen esas ganas de cambio, ese deseo de renovación, de formar personas con capacidad crítica ante todo lo que les rodea. Debemos mantener ese espacio para la utopía y la esperanza, debemos creer en ella.

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