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Ante un evento como un ictus, una afasia, Alzheimer, Parkinson o alguna otra condición los pacientes suelen reaccionar de diferente manera; los pacientes resilientes aceptarán la realidad impuesta por el padecimiento, y pese a las pérdidas tendrán la capacidad de encontrarle sentido a la vida.
Hay ocasiones en las que sentimos que la vida nos pone a prueba, por ejemplo, al recibir el diagnóstico de afasia, ante un ictus o cuando nos dan la noticia de que algún familiar querido tiene Alzheimer. Estas situaciones nos hacen cuestionarnos si tendremos la fuerza suficiente para salir adelante y entonces nos encontramos con la encrucijada de dejarnos vencer o bien, sobreponernos ante la adversidad.
Es común que con el paso del tiempo logremos adaptarnos a aquellas situaciones que cambian o marcan nuestra vida. El proceso de adaptarse a la adversidad y salir fortalecido de ella se llama Resiliencia.
La resiliencia incluye pensamientos, conductas y acciones que pueden ser aprendidas por cualquier persona. Ante situaciones adversas es común experimentar dolor o tristeza y ser resilientes no significa que dejemos de sentir angustia o dolor, pero al reestructurar nuestros recursos psicológicos nos permite ir un paso más allá y utilizar estas situaciones para crecer.
Contar con una red de apoyo dentro y fuera de la familia es vital para alcanzar la resiliencia; sin embargo, hay otros factores asociados, tales como: la capacidad para hacer planes realistas y llevarlos a cabo; confianza en sí mismo, en nuestras fortalezas y habilidades; destreza en la solución de problemas y la capacidad para manejar los impulsos.
Es inevitable que ocurran eventos adversos en nuestra vida, pero sí podemos cambiar nuestra forma de interpretar y reaccionar ante dichos eventos. En la vida hay momentos difíciles, pero estos momentos no son eternos, y si nos preguntamos ¿qué puedo aprender de esto? será más fácil ver la crisis como una oportunidad de crecimiento. Es imposible controlar todas las situaciones, pero sí podemos controlar nuestras emociones ante las situaciones difíciles. Valorar diferentes alternativas, aunque se salgan de nuestros planes originales y fluir con los cambios para alcanzar nuestros propósitos nos ayudará a ser resilientes.
La resiliencia no es una capacidad innata, es algo que cualquier ser humano puede aprender a desarrollar; los modelos familiares ayudan a seguir los patrones de resiliencia, pero hay personas que han desarrollado esta cualidad por sí solas.
La resiliencia no implica reducir o desaparecer los problemas, pero sí nos brinda la oportunidad de utilizar nuestros recursos para enfrentar dificultades.
La falta de resiliencia puede jugar en nuestra contra, el estrés es el enemigo principal de la resiliencia.
Ante un evento como un ictus, una afasia, Alzheimer, Parkinson o alguna otra condición los pacientes suelen reaccionar de diferente manera; los pacientes resilientes aceptarán la realidad impuesta por el padecimiento, y pese a las pérdidas tendrán la capacidad de encontrarle sentido a la vida, se proyectan hacia adelante para conseguir los objetivos que se propongan y son constantes y a la vez flexibles para conseguirlos. En este camino no sólo la familia y los amigos juegan un papel importante, también los profesionales sanitarios quienes serán un “coach” para el paciente y sus familiares.