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En los primeros años de la vida del niño hipoacúsico —a partir de los primeros meses de nacido hasta a la edad de cuatro o cinco años—, el cerebro se encuentra en un proceso de sano desarrollo que le permite ampliar su aprendizaje y su memoria. Por tanto, los padres son los principales educadores de su hijo hipoacúsico, con quienes establece y desarrolla el primer vínculo afectivo.
La participación de los padres en la Terapia Auditiva Verbal es la piedra fundamental para el desarrollo integral del niño hipoacúsico, puesto que son los responsables de su formación, independencia, toma de decisiones y valores morales. Pueden determinar la forma de la vida que el niño hipoacúsico va a llevar, especialmente en los ámbitos profesional, laboral y socioemocional.
Son moderadores del lenguaje hablado al heredarle el idioma materno, base de la capacidad del ser humano de comunicarse a través de los signos para expresar pensamientos, emociones e ideas abstractas. El mejor aprendizaje adquirido por un niño hipoacúsico —quien emprende una curiosa aventura que consiste en un nuevo proceso de aprendizaje auditivo verbal— se halla en el núcleo del hogar, donde tiene mayores oportunidades de conocer en el contexto de su ambiente familiar, ya que la Terapia Auditiva Verbal no se basa exclusivamente en una hora de sesión de terapia, sino también en todos los momentos dentro del hogar.
En los primeros años de la vida del niño hipoacúsico —a partir de los primeros meses de nacido hasta a la edad de cuatro o cinco años—, el cerebro se encuentra en un proceso de sano desarrollo que le permite ampliar su aprendizaje y su memoria. Por tanto, los padres son los principales educadores de su hijo hipoacúsico, con quienes establece y desarrolla el primer vínculo afectivo.
El niño está expuesto dentro del núcleo del hogar familiar, a multitud de estímulos auditivos-verbales que recibe de forma continua y permanente desde los primeros meses de su vida, ya que reacciona instintivamente ante ciertos sonidos, y con el debido tiempo, asimila, aprende y memoriza tales sonidos que dentro de poco le resultan muy familiares porque contienen un significado que el niño entiende y conoce.
Para mostrar un ejemplo; la mamá le habla con vocalizaciones que simulan ser sonidos de animales, o con expresiones mímicas acompañadas de sonidos que implican la muestra de afecto. Algo que el niño capta enseguida porque puede ver cómo se mueve su boca, señal de que le está hablando.
En cambio, el niño hipoacúsico no reacciona a tales sonidos del hogar y tampoco puede comprender las reglas fonológicas del habla. Por lo que es sumamente esencial que los padres tomen en cuenta los patrones de la conducta de su hijo que no coinciden con el típico progreso pre lingüístico verbal que la mayoría de los niños prosiguen con relativa naturalidad.
Es decir, si el niño es indiferente a los estímulos auditivos de su entorno, no percibe las entonaciones de la voz de sus parientes o sus semejantes. Solo puede captar por medio de sus ojos como apoyo visual, la expresividad de los gestos y la acentuación mímica como método de comunicación, por lo que no responde a las llamadas de su propio nombre, o no se sobresalta ante sonidos repentinos y explosivos, como la puerta se cierra de manera brusca o el ruido de una motocicleta al encenderse.
Entre más temprano se realice el diagnóstico específico, y más temprano reciba los aparatos auditivos adecuados según el tipo y grado de pérdida auditiva, más rápidamente podrá empezar con el aprendizaje del lenguaje hablado por medio de la audición porque es la base de entrada y el punto de partida de la comunicación lingüística oral.
Es esencial que los padres se informen debidamente de todas las implicaciones que conlleva la Terapia Auditiva Verbal y los procedimientos médicos-técnicos que indica el audiólogo con respecto a sus capacidades auditivas puesto que la calidad de los aparatos auditivos depende de ello.
Los padres deben explicarle de una manera clara y concisa a su hijo que debe llevar a todas partes y a toda hora sus aparatos auditivos para poder oír y conectarse con el mundo exterior. El niño enseguida comprenderá tal responsabilidad, e inconscientemente los aparatos auditivos se transformarán en una parte integradora de su esquema corporal como algo normal y propio, lo cual es bueno porque significa que ya lo ha aceptado a un nivel personal.
También los padres pueden contar como un factor determinante en el desarrollo psicológico-emocional del niño. Los niños suelen ser muy observadores en cuanto a la actitud que adoptan los padres. Si los padres acogen con aceptación la condición de su hijo hipoacúsico, y no lo ven como algo malo o un obstáculo, el niño se sentirá más amado y apreciado, más seguro y confiado a pesar de su deficiencia auditiva.
Adoptará la idea de que la sordera no es un problema significante, sino más bien una condición permanente que se transforma en una experiencia bellamente enriquecedora, única y especial ya que supone un desafío para el niño en derribar todos los muros en su camino que es la vida, obteniendo en el proceso, una actitud perseverante, empática y resiliente, transformándose en un ser humano pleno, independiente y funcional.
En el caso de darse lo contrario, lo cual se puede dar en la mayoría de los casos, que los padres se tomen un tiempo largo en aceptar la condición de su hijo, preguntándose en su interior; «¿cómo pasó eso?», «¿en qué me equivoqué?». En esas situaciones, los padres suelen aislarse, o asilan a su hijo y no permiten su incorporación social al no encarar su situación con la calma, el valor y la inteligencia necesarios. A causa de ello, afectan de manera significativa no solo el desarrollo psicoemocional, sino también el desarrollo de lenguaje del niño, quien se sentirá poco aceptado e incomprendido, desperdiciando una valiosa cantidad de tiempo para rehabilitación auditiva y estimulación temprana del lenguaje hablado.
Es por eso que es necesaria una asesoría informativa para poder ayudar a los padres a despejar todas las dudas posibles, derribando los mitos de la sordera con respecto a que una persona sorda nunca podrá acceder a una educación, a tener una carrera profesional y demás estereotipos.
Es imperativo dar detalles específicos del programa de rehabilitación auditiva y explicarles que es sustancial que el niño hipoacúsico sea introducido a una edad muy temprana (alrededor de 12 meses y 2 años), puesto que es la etapa más crucial en donde el desarrollo y la plasticidad cerebral ejercen papeles importantes que se efectúan en el sistema nervioso en respuesta a la genética, y a la adaptación ante estímulos presentes del ambiente.
Es decir, durante las primeras etapas infantil mientras más se recibe los estímulos, más cambios se generan en el cerebro del niño, especialmente en la parte auditiva, donde siempre está presente de forma ininterrumpida y está en constante crecimiento de aprendizaje adquirido. Se trata de un tiempo valioso para la adquisición del lenguaje hablado.
Para lograr ciertos objetivos de la Terapia Auditiva Verbal, los padres tienen que participar activamente en su desarrollo, así como ser comprometidos con su trabajo permanente, porque en algunos casos, el programa de rehabilitación suele durar varios meses e incluso años, dependiendo de cada niño, quien se sentirá indudablemente acompañado y tomado en cuenta a través de todo su nuevo proceso de aprendizaje.
Los padres lo animarán de muchas maneras como mostrar interés genuino por sus nuevos avances como fortalezas, y considerar sus debilidades, no como una cosa mala, sino para ser corregidas, para posteriormente trabajarlas conforme va pasando el ritmo del aprendizaje. También el ser pacientes con el niño, porque tiene su propio ritmo de aprendizaje que debemos respetar no solo los terapeutas, sino también los padres.
El terapeuta, el médico y los padres son un equipo fundamental y complementario que debe cooperar en todo el momento, compartiendo información relevante, empleando todos los recursos posibles con el propósito de darle una vida y autonomía que se merece tener el niño hipoacúsico.
Referencias
[1]: Lilian Flores Beltrán. & Pedro Berruecos Villalobos. (2006). Los problemas de audición en la edad preescolar. México, D.F: Trillas.
[2]: Daniel Ling. & Cristina Moheno de Manrique. (2002). El maravilloso sonido de la palabra. México: Trillas.
[3]: Gabriela Orozco Calderón. (2016). Desarrollo y plasticidad cerebral infantil. 15 de mayo, de Researchgate Sitio web: https://www.researchgate.net/publication/327208963_Desarrollo_y_plasticidad_cerebral_infantil