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Durante el habla participan cien o más músculos, que colocan a los órganos del lenguaje de manera tal que puedan producir los sonidos lingüísticos que tenemos en mente. Este proceso se produce en forma totalmente automática. La tartamudez es un tipo de disfluencia en el habla que tiene características que les son propias.
Dentro de las distintas categorías de conductas motoras humana, el habla es sin duda una de las más complejas.
El habla tiene lugar a gran velocidad: producimos alrededor de quince sonidos lingüísticos o de dos o tres palabras por segundo y, cuando estamos apurados o tenemos emociones fuertes, podemos emitir hasta seis o siete palabras por segundo.
Durante el habla participan cien o más músculos, que colocan a los órganos del lenguaje de manera tal que puedan producir los sonidos lingüísticos que tenemos en mente. Este proceso se produce en forma totalmente automática.
Desde distintas áreas básicas de la ciencia, tales como la Física, la Fisiología, la Psicología, la Lingüística y la Neurolinguística, se han hecho importantes aportes para comprender la producción del habla y del lenguaje.
La tartamudez es un tipo de disfluencia en el habla que tiene características que les son propias.
El Dr. Herman F. M. Peters la describió “como un desorden en el curso fluido de los movimientos del habla que se caracteriza por interrupciones más cortas o más largas de los mismos”.
No se sabe aún con certeza el por qué algunas personas desarrollan la tartamudez, pero aparentemente no es por nervios ni por un desorden en su personalidad.
Es sabido que la tartamudez se manifiesta en determinadas familias, que se conoce su base biológica y que empieza generalmente entre los 2 y los 5 años. Los varones disfluentes son cinco veces más numerosos que las mujeres. En el mundo uno de cada cien adultos y cuatro de cada cien niños tartamudean.
Si analizamos la conducta disfluente podemos observar la estrecha relación entre los procesos lingüísticos, psicológicos y los procesos neurofisiológicos en el plano cerebral.
Estudios realizados sobre la neuropsicología de la tartamudez, sostienen que el Hemisferio Cerebral Izquierdo normalmente tiene la función de ejercer el control motor del habla y de inhibir al Hemisferio Cerebral Derecho en el transcurso de la misma.
Sabemos que el H.C.I opera de un modo segmentario siendo más eficiente para procesar información fonológica, mientras que el H.C.D no segmentado lo es para procesar información semántica.
Estudios de neuroimágenes como el P.E.T (tomografía por emisión de positrones) han demostrado que en las personas disfluentes las áreas motoras primarias corticales asociadas con los movimientos de la cara, la lengua y la mandíbula, están activadas durante el habla en ambos hemisferios cerebrales y la persona tendría no sólo dificultad para iniciar los movimientos del habla sino para la planificación y organización de una respuesta. De esta manera el H.C.D asume inapropiadamente el control motor del habla ya sea en el inicio de la elocución o en el transcurso de la misma produciendo la disfluencia.
Eso da cuenta de una fragilidad en el H.C.I siendo susceptible de interferencias por parte de otras actividades neurales del H.C.D.
Durante la década pasada hubo numerosas investigaciones respecto a las conductas motoras del lenguaje en las personas con disfluencia. Se ha sugerido que, en la tartamudez, los mecanismos del lenguaje responsables de ajustar con precisión la musculatura respiratoria / laríngea y del curso normal de los movimientos articulatorios, parecen operar con menos precisión. Esto provoca frecuentes rupturas en la fluidez del habla.
Una de las investigaciones utilizó el paradigma del Tiempo de Reacción (TR) para estudiar las habilidades de las personas en la producción del habla.
Luego de una serie de estudios, se ha demostrado que la iniciación de los movimientos del habla en quienes tartamudean es más lenta.
Las conclusiones a las que han arribado estas investigaciones son: reacciones lingüísticas más lentas, demoras más prolongadas en el inicio de la respiración, cierta lentitud en la actividad muscular de los labios y la laringe, y en el inicio de los movimientos fonatorios y articulatorios. Más aún, quienes tartamudean parecen tener dificultades en la programación motora del lenguaje.
También se observó que a mayor complejidad del lenguaje, las diferencias se hacían mayores y más consistentes. Por lo tanto, los parámetros motores o lingüísticos pueden tener su influencia en la habilidad de quien tartamudea para iniciar el lenguaje.
“Si usted nunca ha sido tartamudo, no puede tener ni la más remota idea del misterioso poder de desaprobación por parte de la sociedad hacia eso que llaman tartamudez. Es tal vez, una de las influencias sociales más desmoralizantes, perplejas y aterradoras de nuestra cultura”
Wendell Johnson
Referencias
Asociación Argentina de Tartamudéz, “Seminario Internacional de Tartamudéz”, Imprenta CNEA, 1998
Beatríz Biain de Touzet, “ Tartamudez Una disfluencia con cuerpo y alma”, Edit Paidos, 2002
Oliver Bloodstein & Nan Bernstein Ratner, “A Handbook on Stuttering” Sixth Edition, Thomson Delmar Learning, 2008
Lic. Mariela Ginhson- Lic María Marta Gebara, “Estrategias de CON-CIENCIA”, Los buscadores de Quintum, 2011