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Algunas reflexiones sobre las funciones del jugar y la adquisición del lenguaje. (Parte IV)
También es fundamental tener en cuenta que si bien en un primer tiempo es primordial el vínculo fortísimo con la madre, es la función paterna que opera como límite para producir el corte que permita al niño introducirse en el mundo de la cultura.
Viene bien para pensar en ello el concepto de inclusiones recíprocas. En este momento el bebé así como otrora era todo cuerpo superficie incluyendo los objetos como extensión, en este otro momento se van dando acciones que a través de los jugares y con la mediación del lenguaje del otro que acompaña, regula, intenta ir instalando la separación lenguaje-acto, va probando los adentro y afuera con su condición de reversible. Algo que entra en otro espacio puede ser luego continente, preparatorio para su posterior correlato de diferenciación yo/no yo.
Es que a lo largo del proceso de estructuración subjetiva el jugar se va resignificando, reeditando, recreando, permitiendo al pequeño a través de situaciones lúdicas, la fabricación de continuidades, de superficie completa corporal, para dar paso a la relación continente contenido, a través de infinitos juegos de inclusiones de unos juguetes en otros, de objetos en otros, insinuando el pasaje al volumen. En este complejo proceso que resguarda al pequeño de agujeros traumáticos para soportar la indefensión se van entramando los comienzos del lenguaje con las primeras emisiones sonoras, que hacia el final del primer año van constituyendo la función apelativa, para recuperar a la madre frente a la desaparición real de la misma y aquí la tercera función del jugar para tramitar esa separación.
Es a través del juego de presencia y ausencia, del fort da, donde se produce el vacío del objeto que abre la necesidad de ser llamado por el nombre. (Baraldi, Jerusalinsky, Groisman)
Esta tercera función del jugar, momento fundante de la función simbólica que permitirá al niño ingresar en el lenguaje, iniciar el camino de representarse el mundo en acciones, imágenes, palabras está enmarcada en una serie de jugares que a menudo se ven en el accionar del pequeño. Arrojar, dejar caer, abrir y cerrar, hasta el de aparecer y desaparecer, que el adulto reduplica, permiten la operación simbólica que mantendrá a resguardo al pequeño para soportar la ausencia y la diferenciación yo, no yo.
También es fundamental tener en cuenta que si bien en un primer tiempo es primordial el vínculo fortísimo con la madre, es la función paterna que opera como límite para producir el corte que permita al niño introducirse en el mundo de la cultura.
En condiciones favorables el niño va adquiriendo el lenguaje a través de otro que le habla y que espera de él una respuesta, estableciéndose así una situación dialéctica en donde los términos cambian alternativamente de lugar (Jerusalinsky,Groisman).
Si las condiciones que se plantearon antes en relación a las funciones más primarias del jugar fueron estableciéndose, reeditándose, construyéndose con el otro que va permitiendo la distancia, la separación, la ausencia, dando la posibilidad de simbolizarla, el sujeto se va instalando en el lenguaje, constituyendo la diferenciación YO – TU, YO- NO YO, preparando la situación de diálogo.
Ubicados en este terreno y en relación a la práctica terapéutica, se puede pensar el déficit lingüístico y qué hacer con él junto al sujeto que demanda una intervención.
¿Repetir para decir correctamente? Si se piensa la repetición como un hecho automático, un automatismo (Baraldi, C.), parece que existen pocas posibilidades; si se la concibe como la posibilidad de volver al mismo lugar para poder salir y entrar nuevamente de modos diferentes, podremos ubicarnos en el lugar de ofrecer.
En tanto haya espacio para Otro que lo alojó como Uno y que cuenta para él, existe la posibilidad de intervenir, podremos ofrecer y ofrecernos. ...
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