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Nunca es Triste la Verdad solamente es IRREDUCTIBLE. (Parte III)

La escuela pasa a ser un espejo en el cual puede, pero tampoco encuentran un lugar de alojamiento, de albergue para salir del encierro de significantes que no paran de dar vueltas circulares y locas en sus cabezas, embarullados de las palabras dichas y aturdidos por un silencio que los inserte como seres pensantes por haber sido deseados.

Algo de lo indeterminado se pone en juego en las situaciones de estos niños, de ellos o de la familia, si un niño es parte de un contexto familiar, parte de un Contrato Narcisista establecido con los miembros, este niño pasa a ser el portavoz surgiendo como un emergente, la punta del iceberg, decía Freud, cuya raíz tenemos que buscar debajo del agua.
 
 El niño pasa a ocupar un lugar de objeto resto, que entra justo taponando la falta de la madre sin posibilidad de deslizamiento, sin ser en la cadena significante del padre; en realidad no tienen un lugar en el deseo de ninguno de los integrantes de la pareja parental, lo cual se traslada luego a lo social: la escuela como modelo princeps de relación vincular; lugar que le ofrece un espacio de expresión de sus manifestaciones, lugar donde puede dar vuelo a las palabras, el cuerpo, el movimiento y la comunicación de un dolor de existir.
 
 La escuela pasa a ser un espejo en el cual puede, pero tampoco encuentran un lugar de alojamiento, de albergue para salir del encierro de significantes que no paran de dar vueltas circulares y locas en sus cabezas, embarullados de las palabras dichas y aturdidos por un silencio que los inserte como seres pensantes por haber sido deseados. Estos niños caen en una caja con una etiqueta en la frente y van por la vida vendiendo un cuerpo al mejor postor.
 
 El remate termina cuando un juez baja el martillo y dice: TGD. TICS.TOC, TEA, TDHA, o cuantas T podamos imaginar; cuando a falta de yo (tu) buenas son las T en un Yo (je) que queda fijado en una línea de alienación entre la Madre en un extremo y el falo en el otro; qué lugar para el tener cuando no se puede salir del ser; no hay un lápiz que dibuje una línea, porque no hay alguien que done el descenso.
 
 El espejo tiene una forma, no nos engañemos, el Otro tiene un grosor que marca una superficie y un volumen al espejo plano, tiene una posición: si la línea es tan delgada y marca una inclinación, hace sombra sobre el campo de lo falso, hace sombra sobre el niño y es, en esa posición de sombra, que quedan atrapados, mancha de la madre, un irreductible del Otro pasa como indeterminado en el niño.
 
 Hay un desconocimiento de lo falso como estructura, que no incluye una creencia, sino que se dirige a la identidad como huella de identificación con el Otro. Estos padres buscan en el Otro la creencia como confirmación de su propia falta de creencia y de afirmación, y la encuentran pagando el niño el precio de una usura sin medida al infinito por algo que NUNCA es de su persona.
 
 Pero la vida es sabia y en algún momento tropiezan con alguna piedra que les impide seguir en la loca carrera y esta piedra logra detener la fuga como manera de vivir; esta piedra se llama padre que pone un contorno al desborde de lo familiar, lo escolar, lo conocido.
 
 Porque sabemos que si hay algo que incomoda a la sociedad somos los Analistas que vamos cuestionando las certezas que encontramos en la oscuridad de la noche y buscamos poner luz en el final del camino como meta alcanzable frente a los no cautos, aunque sea con una primer estrella: “su hijo puede evitar la medicación”, “deme unas consultas para sentarnos a conversar acerca de su sufrimiento o lo que le sucede”, transformando lo imposible en posible, en una lógica del no-todo que también toca al analista.
 
 Prefiero el extrañamiento al impávido, prefiero la carne al metal y las lamparillas a las sombras que empobrecen el potencial de un niño.
 
 El bien decir no es convocado cuando rotulamos la niñez como latas en un supermercado, y tampoco hay ética llamada para ocupar un lugar, porque no hay dicho lugar y en la lógica del Tu (yo) hay una segunda persona, porque hay Otra primero (je), ambas singulares pero con acciones diferentes.

  

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