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Desarrollo psicomotor y desarrollo socio afectivo. (Parte II)

Los cambios de la postura traen nuevas sensaciones propioceptivas, cinestésicas, exteroceptivas, visuales, mejorando el equilibrio y la coordinación. Tras la adquisición de las primeras praxias, o acciones voluntarias, una mejor coordinación de la visión y de la prensión que permite a tomada del objeto que aparece en el campo visual del niño. Esto permite el desarrollo de la inteligencia sensorial-motriz, con la que el niño experimentará los sistemas disponibles, para obtener el resultado deseado.

La simbiosis afectiva sustituye la simbiosis fisiológicas del recién nacido. La experiencia de satisfacción y del contacto instala la comunicación tónica, la primera base para la imitación. La transición de la inercia a la agitación muestra una interacción de la relación madre / bebé y el  desarrollo de la necesidad motora. Sus reacciones, más globales y difusas, con el tiempo convertirse en un movimiento expresivo, exploratorio, experimental e instrumental "(CHAZAUD, 1978, p. 32), lo que le permite: apoyar la cabeza, sentarse, iniciar la prensión definitiva con la oposición del pulgar y la manipulación, arrastrarse, erguirse (LEVY, 1982), en busca de autonomía. No sólo percibe como busca los estímulos, que expresan preferencia por los seres humanos. En los primeros años satisfacer las necesidades de atención y de compañía es tan importante como las de alimentación y de cuidado (LOPEZ, ORTIZ, 1999). 
 
Los cambios de la postura traen nuevas sensaciones propioceptivas, cinestésicas, exteroceptivas, visuales, mejorando el equilibrio y la coordinación. Tras la adquisición de las primeras praxias, o acciones voluntarias, una mejor coordinación de la visión y de la prensión que permite a tomada del objeto que aparece en el campo visual del niño. Esto permite el desarrollo de la inteligencia sensorial-motriz, con la que el niño experimentará los sistemas disponibles, para obtener el resultado deseado. En los primeros años de vida el juego de la función de ajustamiento da un carácter espontáneo al movimiento de los niños, sin la acción del raciocinio (LE BOULCH, 1988). Poco a poco la actividad reproductiva pasa a ser exploradora, permitiendo nuevo comportamiento en situaciones inesperadas. Con la aparición de las funciones simbólicas el niño internaliza tales sistemas, les utiliza de forma intencionada, mejorando a cada intento. El niño vive su cuerpo ejercitándose de una forma global, que además de promover la maduración crea nuevas competencias y permite el descubrimiento y la fijación de nuevas praxias. 
 
El sistema de apego y el miedo conformase en torno de los 6 a 9 meses, cuando la capacidad de movimiento permite que el bebé se alejar de sus padres (LOPEZ, ORTIZ, 1999). La importancia de una buena calidad de la relación entre el cuidador y su bebé será determinante en el temperamento y en  la personalidad del niño, así como en el desarrollo funcional, desde que la construcción de la personalidad y el autodescubrimiento se dan a los pocos en relación con los demás (LE BOULCH, 1988). 
 
Cuando el bebé comienza sus primeros pasos independientes desarrolla el equilibrio general. En primer lugar, la tensión se mantiene en las extremidades superiores y las rodillas flexionadas, pero poco a poco empieza a sincronizar el movimiento de brazos y piernas y está ganando una mayor flexibilidad en el andar. La evolución de la prensión estimula el desarrollo cortical (LE BOULCH, 1988). Esta es la base de la autonomía, que, según Erikson (1976) permite que al niño delinear su mundo en "yo" y "usted", "me" y "mío", agarrar y soltar, decidir lo qué hacer. Antes de ser utilizado para cualquier otro fin, todo el sistema muscular necesita adquirir el autocontrol basico de soltar y agarrar. La falta de adecuación tónica generará flacidez o rigidez general, lo que refleja socialmente en un intento de control y sistematización compulsivo del medio ambiente. 
 
La autonomía debe ser protegida de una anarquía de un discernimiento inexperiente para que  incluso el niño no comprenda su elección como una amenaza para sí mismo y al mundo. Ello necesita sentirse apoyado en su deseo de "apoyar en sus propios pies". En caso contrario se tendrá por la vergüenza y la duda, el segundo conflicto nuclear que el ego tiene que hacer frente. Permaneciendo dentro del el sentimiento de la bondad, la autonomía y el orgullo prevalecerán. Sin embargo, si el mal es evidenciado, la duda y la vergüenza será más fuerte. El desarrollo de la Yo coincide con la capacidad de autoevaluarse, es decir, a partir de la internalización de la evaluación del cuidador, el niño lee las señales de su emoción y la expresión de sus valores (ORTIZ, 1999). 
 
Cuando el niño ya camina libre y con vitalidad, sus movimientos son más vigorosos y coordinados. El equilibrio del cuerpo con la gravedad, el caminar automatizado permite que los niños incorporen sus piernas y lo que se puede hacer con ellas. La capacidad simbólica permite a los niños a distinguir y entender las funciones que imitan, a partir de la identificación con un hombre o mujer, según su sexo. Ello va a vivir con otros niños, con la mediación de otros más grandes o adultos, vuelve la atención para fuera de sí mismo, tiene más sentido de su cuerpo, explora el espacio y el tiempo (LE BOULCH, 1988). 

 

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