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Perfil del profesorado. (Parte IX)

El ordenador nos puede ofertar memoria, presentación, dialogo, capacidad de manipulación, análisis, calculo e investigación, y la utilización de toda clase de equipos periféricos de entrada, salida y almacenamiento de informaciones. Pero la riqueza y originalidad de los medios informáticos no deben deslumbrarnos y hacernos olvidar medios auxiliares más modestos, o sea, instrumentos audiovisuales como el proyector de diapositivas y el magnetófono o incluso "la tiza".
Gaspar Ferrer Soria | 15/07/2008
LA METODOLOGÍA DE TRABAJO

La experiencia nos demuestra el mejor enfoque de trabajo es utilizar el ordenador como herramienta de aprendizaje, lo cual implica que el objetivo no se centra en aprender a usar los programas por si mismos, sino en utilizarlos como un recurso para la realización de proyectos que involucran otro tipo de contenidos. De esta forma el profesor que usa el ordenador en clase, no tiene que ser el experto en informática. Es el docente encargado de la asignatura correspondiente el que tiene que hacerse cargo de la actividad con más o menos ayuda y con la aspiración a desenvolverse el sólo.

Se dan casos en que las actividades con las T.I.C. se llevan a cabo en el “aula de ordenadores” y por el coordinador/a correspondiente. Eso puede suponer que el maestro de grupo no se involucre, que las actividades estén centradas en aprender a usar la máquina, o bien, cuando se aborda un contenido escolar, éste no esté directamente relacionado y coordinado con el trabajo que realiza el profesor/a en el aula. Nuestra propuesta es hacer del uso del ordenador parte del que hacer cotidiano dentro del aula bajo el enfoque constructivista del conocimiento, destacando que:
· El conocimiento se construye generando estrategias que permitan afrontar un reto o resolver una situación problemática (en el sentido amplio del término)
· El aprendizaje es un proceso de construcción en el que el alumno es el actor principal.
· En el aprendizaje los errores son parte importante del proceso.

Antes el docente tiene que estudiar, analizar, elegir el software conveniente y en su caso lo adapta a las necesidades concretas de su grupo de alumnos.

Durante la actividad desempeña un papel de mediador que lo lleve a ser, alternativamente, ayudante, consejero y animador, para lo cual adapta sus intervenciones a las necesidades de sus alumnos en cada momento. Esto le permite, como apuntan muchos docentes, mantener un contacto más directo con los alumnos, resolver dudas personalmente y aunque parezca paradójico establecer una relación humana más directa con las personas que tienen en clase, gracias a la intervención de una máquina.

Después de las sesiones de trabajo y con el conjunto de informaciones reunidas en las mismas, efectúa una reflexión a la vez crítica y constructiva que apunta a mejorar en forma general su pedagogía y en particular el software didáctico, su calidad pedagógica y su eficacia, los materiales de apoyo utilizados, la estrategia utilizada, los agrupamientos, etc.

Esta actuación no es ni más ni menos que la llevamos a cabo en cualquier sesión de trabajo en el laboratorio, la sala de proyecciones, una salida, etc. Es decir, el ordenador en realidad no cambia tanto nuestro perfil, es una herramienta más que nos puede ayudar igual que cualquier otro medio. El ordenador no va a resolvernos los problemas didácticos, tan sólo se puede convertir en un auxiliar particularmente eficaz para las soluciones que hayamos elaborado nosotros mismos.

La elección de los medios está en función de la metodología adoptada, el valor que pueden tener los recursos radica precisamente en la manera como se integran en la práctica didáctica. El ordenador nos puede ofertar memoria, presentación, dialogo, capacidad de manipulación, análisis, calculo e investigación, y la utilización de toda clase de equipos periféricos de entrada, salida y almacenamiento de informaciones. Pero la riqueza y originalidad de los medios informáticos no deben deslumbrarnos y hacernos olvidar medios auxiliares más modestos, o sea, instrumentos audiovisuales como el proyector de diapositivas y el magnetófono o incluso "la tiza". Los medios informáticos, simplemente, acaban de ampliar una panoplia y de plantear el problema de una gama de opciones más extensa. Con su introducción podemos mejorar, ayudar, complementar innovar y también, pero no necesariamente, reemplazar a cualquiera de los medios ya existentes.

En consecuencia no cabe plantearse un cambio brusco y radical de una metodología a otra, y tendremos que hablar de esa evolución, más que de revolución. Habrá que ir considerando la posibilidad de hacer las mismas tareas y otras completamente distintas con el recurso informático porque es más efectivo, pero, al mismos tiempo y en función de las necesidades y requerimientos de adaptación habrá que ir planteando la modificación de todos los engranajes de la educación y repensar los métodos, contenidos, relaciones entre alumno y profesor, profesor y medios, alumno y medios. Y todo ello a la luz que se vaya haciendo sobre los medios informáticos. Ese es quizá el gran reto del docente del siglo XXI la modificación no traumática de un sistema educativo de transmisión oral y enciclopédico a otro desarrollado en un entorno multimedia y de "saberes" cambiantes y en constante evolución.
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