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(Del latín vinculum, de vincire, atar). Unión o atadura de una persona o cosa con otra. Berenstein entiende por vínculo a una ligadura emocional estable característica del mundo mental, en el que se distinguen tres áreas:
a) intrasubjetiva o intrapsíquica: caracterizada por las relaciones de objeto, que son ligaduras estables, dispuestas a perpetuarse, pero susceptibles de modificarse por experiencias personales significativas. Los significados originados en esta área, se orientan hacia adentro, y se irradian hacia fuera, “coloreando el mundo y la relación con los otros”. b) intersubjetiva o interpersonal: caracterizada por la presencia de ligaduras estables entre dos objetos. Representantes de estos vínculos son los familiares: de pareja, de filiación, de hermanos. c) transubjetiva: son las representaciones ligadas a la ideología, la política, la religión y la ética.
Berenstein, I (1991). Reconsideración del concepto de vínculo. Psicoanálisis, APde BA, XIII (2), 219-235.
En el contexto de la terapia cognitiva, Greemberg y otros destacan mucho la importancia del vínculo terapéutico entre terapeuta y paciente para lograr un cambio, vínculo que debe estar impregnado de actitudes de empatía, ausencia de crítica, aprecio, autenticidad, etc. destacados por Rogers.
Greenberg L. Y otros, “Facilitando el cambio emocional”, Barcelona, Paidós, 1996, pág. 39.
Robins no desarrolla con tanta amplitud este tema, pero admiten que la relación terapéutica es un factor “contribuyente” para el cambio, y más concretamente los aspectos de rapport, acogimiento, apoyo y empatía. Destacan la posibilidad de la existencia de un ambiente interpersonal facilitador como base para poder trabajar los componentes activos de la terapia.
Robins A y Hayes A., “Una valoración de la terapia cognitiva”, incluído en Mahoney M (ed), “Psicoterapias cognitivistas y constructivistas”, Desclée de Brower, Bilbao, 1997, pág. 70.
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