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Existe según Winnicott un espacio intermedio que no es ni el espacio exterior objetivo (por ejemplo la madre real) ni el espacio interno subjetivo (por ejemplo la representación interna de la madre). Este tercer espacio se sitúa en la intersección de ambos, y está ocupado por los objetos transicionales, los cuales son reales como objetos, y pero al mismo tiempo son la representación de la madre ausente.
Esta zona intermedia de experiencia, “no discutida respecto de su pertenencia a una realidad interna o exterior (compartida), constituye la mayor parte de la experiencia del bebé, y se conserva a lo largo de la vida en las intensas experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida imaginativa y a la labor científica creadora”.
Winnicott D (1994) Juego y realidad. Barcelona: Gedisa, pág. 32.
“Para asignar un lugar al juego postulé la existencia de un espacio potencial entre el bebé y la madre. Varía en gran medida según las experiencias vitales de aquel en relación con esta o con la figura materna, y yo lo enfrento a) al mundo interior (que se relaciona con la asociación psicosomática) y b) a la realidad exterior (que tiene sus propias realidades, se puede estudiar en forma objetiva y, por mucho que parezca variar según el estado del individuo que la observa, en rigor se mantiene constante)”.
Winnicott D (1994) Juego y realidad. Barcelona: Gedisa, pág. 65
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